La
victoria inverosímil
No
hay medicina que cure
lo
que no cura la felicidad.
Gabriel
García Márquez
Pterocles Arenarius
México ha vivido
una larga tiranía ―casi
centenaria― con un lapso de excepción en el sexenio del
general Lázaro Cárdenas. Los gobiernos “emanados de la
Revolución” creían que por ello heredaban el derecho de eliminar
a sus contrincantes políticos por medio del asesinato. Pero tuvieron
la cautela de que, antes de matar, intentaban el soborno, la
cooptación, el cochupo o hasta un acuerdo sensato y ventajoso con
los disidentes. Luego, los herederos de los regímenes de generalato
―cuando empezó la
licenciadocracia con Miguel Alemán―,
después del último presidente-general Manuel Ávila Camacho, no
perdieron la maña asesina.
"Dios, Zapata y Jaramillo" decía la canción |
López Mateos mandó asesinar ―no
lo olvidemos― al líder campesino zapatista Rubén Jaramillo con
toda su familia. Luego vendría al gobierno el genocida Gustavo Díaz
Ordaz y su sucesor, no menos criminal, Luis Echeverría Álvarez.
Primeros mandatarios
mexicanos que a la vez eran agentes
de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés).
Después vino José López
Portillo que terminó siendo llamado por el pueblo El Perro Llorón.
Le siguió Miguel de la Madrid Hurtado con una hazaña inédita
contra los mexicanos: alcanzar una inflación del 5 mil por ciento y
una devaluación de mil 500 por ciento. Eran gobiernos que, en los
hechos, actuaron como si fueran regímenes de ocupación cuyo
trabajo fuera someter a
una nación derrotada. Era la dirección de nuestro país al servicio
de los gringos, pero tal mando era ejercido por mexicanos
desnaturalizados; sátrapas se llamaban en otro momento histórico.
GDO, LEA, JLP, dieciocho años de desgracia económica y asesinatos |
Todo
parecía indicar que su misión era llevar al país a tocar fondo.
Pero hacían tan bien su trabajo que encontraban profundidades cada
vez más abismales.
Pero
el que llevó las cosas mucho más allá fue Carlos Salinas de
Gortari. Si los anteriores gobiernos mencionados habían sido
traidores a México, Salinas se voló la barda, por usar un término
beisbolístico que empezará a volverse de moda ―ya
saben por quién―.
Salinas se jactaba de haber desmantelado la economía mixta al
malbaratar miles de empresas propiedad de la nación. Él
sería el precursor de
la locura neoliberal de
entregar en venta de
garaje, todos los bienes
nacionales mientras se iba depauperando el salario y se instalaba una
revolución de los empresarios. En los años 70 si tenías la fortuna
de contar con un empleo de salario mínimo y no eras casado con
familia te alcanzaba para tener automóvil propio. Hoy el salario
mínimo no alcanza para mantener ni
a una sola persona.
Gran saqueador. Demonio del crimen. Jefe de la mafia del poder. |
Salinas,
un auténtico demonio del crimen, llegó al poder mediante el fraude
electoral más grande de la historia nacional hasta aquel momento.
Ahí empieza la trayectoria del que en aquellos tiempos era un joven
dirigente político que estudiara ciencias políticas acá, en la
UNAM, con grandes dificultades, al grado que, como
universitario, vivía de
gratis en la Casa
del Estudiante
Tabasqueño
y se la pasaba en las más rudas condiciones de estudihambre. Tan
la padeció ese chico de
nombre Andrés Manuel
López Obrador, que, nomás terminar sus estudios, se fue a su tierra
a trabajar sin titularse.
Y lo haría 15 años después ―asunto
que tanto le reclamaran, incluso de manera enfermiza muchos de sus
detractores―.
Lo cierto es que estudiar en tales condiciones fue
un hecho heroico. AMLO fue secretario particular del gran poeta
Carlos Pellicer, quien fuera senador de la República, en efecto, por
el PRI. (Si yo hubiera
tenido la oportunidad de ser secretario del grandioso
poeta iguana sin duda habría incidido en el pecado mortal de ser
miembro del PRI). La
relación entre el poeta y el entonces joven AMLO se debió a que
Pellicer gestionara ante el gobernador de aquel estado el
sostenimiento económico de la casa del estudiante tabasqueño que le
diera posada al joven Peje. De
su chamba como asistente de Pellicer debe Andrés Manuel su
afiliación al PRI. Después sería director del Instituto Nacional
Indigenista de Tabasco. Pronto llegó a ser presidente estatal del
PRI en Tabasco.
Para 1988, cuando Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas se
separan de ese partido, también lo hace López Obrador, de paso se
convierte en un joven candidato a la gubernatura tabasqueña. Tenía
35 años.
Pellicer, iguana; Andrés Manuel, Peje. |
De
esa
época de militancia en
su tierra recordamos las
dos marchas por la democracia que encabezó contra sendos fraudes
electorales y también la fama de que se fue haciendo acreedor por el
excelente trabajo que realizara. El
Éxodo por la Democracia le costó la gubernatura a Salvador Neme
Castillo quien realizara
un gran fraude electoral en las elecciones a gobernador de Tabasco
contra AMLO.
Después,
en 1995, hizo la Caravana por la Democracia
cuando Roberto Moretón en la Jeta (alias Madrazo Pintado) le robó
una vez más la gubernatura de Tabasco. Esa marcha lo proyectó como
un político de dimensión nacional. Así llegó a postularse, en
1994, como candidato a la presidencia del PRD que había nacido en
1989, luego del megafraude de Carlos Salinas de Gortari. Andrés
Manuel le ganó esta elección, dentro
del PRD, ni más ni menos
que al histórico dirigente de la izquierda mexicana Heberto
Castillo. Y
llegó a dirigir al partido
del sol azteca.
Si
hay un político que haya vencido adversidades en la historia de
México, Andrés Manuel tiene
que ser considerado en
uno de
los primeros lugares.
Desde
que lo descalabraron de
un macanazo en Tabasco
por defender al pueblo contra los abusos y la destrucción que
provocaba Pemex, hasta
los dos robos electorales cuando fuera candidato a gobernador de su
estado, pasando por las dos marchas por la democracia desde
Villahermosa hasta el Zócalo del DF, pasando
no menos
por la negativa para
darle registro como precandidato a la Jefatura de Gobierno del DF en
el año 2000 hasta el desafuero en 2005, incriminándolo en una falta
inexistente con tal de cercenarle sus derechos políticos para que no
fuera candidato el año siguiente, 2006, de nefanda memoria por el
fraude electoral que dejó chiquito al de Salinas para entronizar en
el poder a un sujeto que convirtió al país en una masacre sin
límites. Felipe del
Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa, mejor conocido por el
acrónimo que forma su nombre de pila con su primer apellido, Fecal,
convirtió a México en un lugar en que imperaba el asesinato, la
guerra entre sicarios miserables, la ejecución de inocentes por
error o por sevicia de los soldados del ejército o policías
judiciales, el secuestro, la entronización del crimen organizado
para exigir cuotas por “derecho de piso” y la pérdida cada vez
mayor del control del territorio nacional por parte del gobierno.
Carlos Pellicer, poeta. Andrés Manuel, político. |
Los
desmanes, asesinatos y latrocinios de los priístas de los años 60,
70 y 80 terminaron
pareciendo
cosas
de niños en comparación con las matanzas del sexenio infame de
Fecal.
Dos
veces le roban la gubernatura de Tabasco, una vez le aplican el
desafuero, dos veces le roban la elección presidencial, una vez lo
golpea algún anónimo policía tabasqueño y lo deja descalabrado.
“Nunca
ha habido, desde Francisco I. Madero, un político que haya sido más
brutalmente atacado que Andrés Manuel López Obrador”, dijo Carlos
Monsiváis en alguno de los momentos de guerra sucia contra AMLO.
Considerando su trayectoria podemos ver que muchas más son las
derrotas que ha experimentado y soportado y resistido. Eso me
recuerda al entrañable general de las derrotas, Santos Degollado,
uno de los más grandes próceres de la Guerra de Reforma; derrotado
decenas de veces, pero cada batalla perdida lo llevaba a levantar un
nuevo ejército y regresar al combate, hasta que un par de victorias
definieron esa guerra en favor de los juaristas y fue gracias a
tantos enfrentamientos perdidos por este héroe.
No
es exagerado decir que así es Andrés Manuel López Obrador. Hoy se
levanta con una victoria exagerada. Llegará a la presidencia de la
República con la mayor legitimidad que haya tenido un presidente en
la historia nacional en la segunda mitad del siglo XX y lo que va del
XXI. Parece casi imposible su victoria. Arrinconó al PAN en
Guanajuato ―Puebla
está todavía en veremos, pero el Congreso de este estado será con
mayoría de Morena―
y dejó moribundo al PRI que perdió hasta en Atlacomulco, carajo.
La
victoria de Andrés Manuel es un fenómeno insólito. Ganar en 30
estados de la República no tiene parangón ni siquiera en los más
negros tiempos del partidazo único. Eso es lo que logró López
Obrador. El Peje rompió con todo el esquema político nacional.
Habrá una reconfiguración radical de la clase política en México.
Estoy seguro que no
exagero al decir que es un milagro. Tampoco lo hago al anotar que la
mayoría de los mexicanos no se da cuenta de lo que está viviendo.
El
asunto empieza, digamos, al considerar que Andrés Manuel hace la
estratagema de Juanito, aquel triste borrachín que AMLO usó para
que Los Chuchos, esa pandilla que se apropió del PRD, no le robaran
la candidatura a la Delegación Iztapalapa a Clara Brugada. Gracias
al apoyo de AMLO ganó Juanito, pero panistas, priístas y
perredichuchistas fueron y le calentaron la cabeza al llamado Juanito
y el señor ya no quería renunciar al cargo, como lo había
prometido y era condición para ponerlo como candidato. Ahí
intervino Marcelo Ebrard, entonces jefe de Gobierno del DF y… algo
pasó: Juanito llegó a la oficina de Ebrard y habló con la prensa
muy seguro de sí mismo, muy propio él. Pero
cuando salió estaba pálido y tembloroso. Algo le dijo Ebrard que lo
puso así, Juanito en ese momento aseguró que ya había renunciado
al cargo que ganara legalmente en elecciones y ya
había declinado en favor de Clara Brugada. Así se salió con la
suya Andrés Manuel.
Entonces
el senador perredista René
Arce y otros exigieron
que AMLO fuera expulsado del PRD con la condición de que si no lo
hacían ellos renunciarían al partido. Los chuchos, sabedores de que
no podían expulsar a Andrés Manuel, se hicieron de la vista gorda
ante la amenaza y Rene Arce se fue del partido. Intentó
crear un nuevo partido, pero comprobó que se necesita muchísimo más
que lo que él acumula de capital político para hacerlo.
Hoy milita en segunda
fila de un membrete
político llamado
Panal.
Los
Chuchos, un grupillo de políticos de la peor ralea, apropiados
del PRD condujeron al
partido a todo tipo de
pequeñas y grandes transas, cochupos, componendas y raterías. El
Peje los abandonó y se aplicó a la tarea ―como
si fuera enchílame otra―
de fundar un partido
político nacional. Realizar al menos 20 asambleas constitutivas
estatales con un mínimo de algunos miles de afiliados, todo ante
notario público. Y también algunos cientos de asambleas municipales
en que se demostrara bajo declaración de fedatario oficial, que
había habido un número de cientos de afiliados. Lo han intentado
una y otra vez en décadas. Sólo dos personajes han conseguido la
hazaña. Heberto Castillo que en los años 70 fundó el Partido
Mexicano de los Trabajadores (que luego se fusionó con el PSUM para
formar el PMS que luego
del fraude salinista del año 88 se convirtió en el PRD)
y el otro es Andrés Manuel López Obrador. Fundó el partido
Movimiento de Regeneración
Nacional, Morena en
acrónimo, partido con
reminiscencias de la más recalcitrante fe guadalupana, pero también,
cómo no, la tradición atea y anarcosindicalista de los heroicos
hermanos Ricardo, Jesús y Enrique Flores Magón, creadores del
periódico Regeneración, tabloide que combatió la tiranía
porfiriana y fue difusor de las más avanzadas ideas políticas y
sociales, además, precursor de la Revolución Mexicana. Por
supuesto, el periódico oficial de Morena se llama Regeneración.
Está
bien, aunque sea medio raro, incluso chusco y hasta oportunista
incluir conceptualmente
así un
tanto clandestinamente a
la Morenita del Tepeyac al
lado de los más indomables anarquistas ateos.
Lo increíble es que en
tres años Morena se haya levantado desde la inexistencia hasta la
victoria más total de los últimos tiempos para hacerse de la
presidencia de la República.
Luego
de los fraudes electorales de 1988, 2006 y 2012, parecía imposible
que la izquierda llegara al supremo poder de la nación. ¿Por qué
esta vez no intentaron un gran fraude, total, que diferencia hay
entre tres o cuatro grandes fraudes electorales?
Hay
varias razones.
Una.
El gran fraude se intentó. Pero por muy grande que se haga, el
cochupo electoral no alcanza para robarse más allá de 4 o 5
millones de votos. Entonces, la estrategia era tener a un candidato
que pudiera acercarse hasta 8 o 10
puntos porcentuales a López Obrador que
son equivalentes a aquellos 4 o 5 millones de votos.
El robo de votos, aunque
ha venido siendo cada vez más novedoso, está limitado. Existen
cinco o seis trucos para robarse los votos y no es tan sencillo
aplicarlos. Para hacerlo se requiere, asimismo, una estructura humana
muy bien entrenada, bien pagada, experimentada y dispuesta a la
violencia dado caso. La tiene el PRI, pero no para alcanzar más
allá, insisto, de cinco millones de votos.
1 de julio 2018. Juego perfecto. |
Dos.
El desprestigio del régimen de Enrique Peña Nieto es abrumador. Si
a los mexicanos les ofrecieran votar por el diablo antes que por EPN,
casi seguramente lo habrían aceptado. Una buena cantidad de los
votos por AMLO son, en realidad, contra EPN, contra lo que este
presidente más demostrara odiar. Henry Monster, como le dice Brozo,
llegó a la presidencia con un déficit intelectual absolutamente
asombroso. Quizá esté enfermo, como se ha dicho, sólo eso
explicaría su increíble ineptitud, su ignorancia, su franca
estupidez. Eso por una parte, por otra está su astucia. Tantos años
en el gobierno ―toda
su vida, de hecho― si
no le dieron conocimiento y mucho menos inteligencia, sí lo
volvieron mañoso y ratero. Su voracidad fue ejemplo entre los
gobernadores y de 20 de ellos, hay siete prófugos de la ley, cinco
en la cárcel y el resto incriminados por robo al erario. Este
gobierno fue una feria del saqueo y del crimen. Hubo asesinatos
masivos al menos en Tanhuato, Tlatlaya, Apatzingán, Nochixtlán y
el crimen que conmovió a México fue el de la desaparición forzada
de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Tal parecía que el plan de
gobierno de Peña Nieto era el robo al erario hasta su agotamiento.
La mentira sistemática y la eliminación de sus contrincantes por
asesinato directo, por desaparición forzada, por cese laboral o por
prisión con cargos falsos. El
desprestigio del régimen se extendió a todos sus aliados. El PRI se
encargó de corromper todo lo que tocara y la gente se dio cuenta de
eso. Los insultantes salarios de toda la clase política provocaron
la ira del ciudadano. Andrés Manuel olió la oportunidad y de los
dineros que recibe su partido Morena por prerrogativas, entrega la
mitad para sostener cuatro universidades que fundó en los lugares en
donde triunfó el partido en 2015. Y ni siquiera tuvieron que
publicitarlo ni mucho menos hacer alharaca. El mensaje del voto es
claro: la gente odia a una clase política parasitaria e inepta.
Los poetas y el diablo |
En
algún momento, AMLO ganó un millón de pesos por regalías de uno
de sus libros. Y donó la mitad para los damnificados. Es casi común
ver fotos del Peje comiendo en fonditas a veces muy humildes o acaso
normales, como las que visitamos los simples mortales. Y no es
propaganda. Todo eso lo ha ido sabiendo la gente. Suele llamarse
populismo. Pues sí, es populismo. Pero ¿por qué no lo hacen los
demás? Por una razón muy sencilla, porque no están acostumbrados a
ese nivel de vida.
Tres.
AMLO organizó un equipo que ha terminado siendo un verdadero
trabuco. Agarró gente de la derecha como Germán Martínez Cázares,
un duro derechista ex panista; Gabriela Cuevas, presidenta del
parlamento mundial; del
PRI, como Napoleón Gómez
Urrutia, hijo del líder charro del mismo nombre, pero que se
reivindicó al defender por más de una década ya a los mineros de
Pasta de Conchos. Del
movimiento social, como
Nestora Salgado, una admirable mujer que fue líder de las policías
comunitarias de Guerrero; José Manuel Mireles, líder de las
autodefensas michoacanas contra el narco; Tatiana Clouthier, ex
panista y gran lideresa; Yeidckol Polevnski, ex presidenta de la
Canacintra; la senadora
Layda Sansores, hija de un ex presidente del PRI; Gerardo Fernández
Noroña, uno de los diputados más valientes que ha visto la cámara
respectiva. Claudia
Sheinbaun, una científica que participó en la comisión que ganó
el Premio Nobel de Física.
Y hasta su propia esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, escritora,
doctora en letras, cantante. Como
en el concepto de Morena que incluye a la virgencita y a los Flores
Magón, también la organización demuestra que cabe de todo. Y hasta
el momento, parece que para bien.
Cuatro.
Un elemento importante
de la coyuntura fue el hecho de que el presidente gringo Donald Trump
tiene como principal objetivo ―y
promesa para sus electores―
evitar que más mexicanos
se introduzcan en su país. Sin que se hayan puesto de acuerdo ni
mucho menos dialogado, las señales son claras. Trump desea que no
pasen más mexicanos a su país. AMLO también. Los gringos no
intervinieron para que ganara el candidato de lo que se llama
PRIANRD. Dejaron al régimen a que jugara con lo que tenía contra
AMLO. Y lo que tenían era realmente muy poco.
Andrés
Manuel llegará a la presidencia con un amplio margen de maniobra,
con mayoría en las dos cámaras y con una legitimidad de más de la
mitad del electorado además de 19 legislaturas estatales, por si
quiere cambiar la constitución, lo que requiere dos tercios de la
aprobación en los congresos locales: lo
tiene.
Cinco.
La popularidad de AMLO ha ido in
crescendo.
La gente terminó por darse cuenta que sí es un hombre que vive con
un
salario relativamente
parco,
que no es corrupto ―lo
que han reconocido hasta sus enemigos―.
Que
sí hizo un gobierno de excelencia en la Ciudad de México entre 2000
y 2005 y que su discurso es sincero. Ha
dicho que quiere ser uno de los mejores presidentes de México.
Intenta parangonarse, Dios del cielo, con Benito Juárez, con
Francisco I. Madero, con Lázaro Cárdenas. Sí es muy ambicioso.
Pero en buen plan. Es la antítesis de Salinas, el demonio.
Finalmente,
este fenómeno inverosímil, esta
victoria gigantesca
es, en
realidad,
una revolución. También es un castigo del pueblo a un régimen que
actuó como si estuviera en los años 60 y que intentó tratar a los
ciudadanos como menores de edad o como imbéciles.
La
izquierda fue derrotada mundialmente con la caída de la Unión
Soviética. Los movimientos políticos organizados que actúan en
favor de los pobres están arrinconados. Nos han dicho ―y
es cierto―
que
Andrés Manuel es un priísta nacionalista. Pues sí, eso es cierto.
La izquierda marxista o del ismo que se le quiera dar está tan
diezmada que hoy resiste gracias a un político que, cuando mucho,
será populista socialdemócrata. Pero una cosa es imposible
de negar, es bien intencionado.
Y
un factor más para
la gran victoria
fue el de las redes sociales que rompieron el cerco informativo. Hoy
las dos televisoras duopólicas de México no sólo no lograron
vencer la avalancha informativa, democratizadora de las redes
sociales, sino que están en franco declive. ¿Quién que tenga
internet y computadora en su casa se conformará con ver lo que a su
arbitrio le programe televisa o Tv Azteca? Nadie. Es mucho más
entretenido, divertido, excitante, generoso, múltiple, informativo,
certero, etc., el internet que el capricho de los dueños de las
televisoras.
El
mensaje histórico del régimen contra la izquierda era “Si pierdes
pierdes y si ganas pierdes. Siempre perderás”. Lo
asombroso es que con todas las trampas la victoria izquierdista
ocurrió por nocaut en el primer asalto. Fulminante. Es como si al
primer golpe el contrincante hubiera sido
derribado y
en el suelo
convulsionara
por
conmoción cerebral.
Por
último, si en Estados Unidos hubiera un consenso de que el Peje
fuera peligroso para ellos, sin duda hubieran intervenido de alguna
manera, o de muchas, bueno,
incluso militarmente,
para evitar que llegara al poder. Incluyendo un golpe de estado. Pero
no es así. Y la oligarquía mexicana no alcanzó a influir tanto en
EU como para convencerlos de que AMLO es peligroso. Y Andrés Manuel
se salió con la suya. Al
final eso es la política, el uso inteligente, el aprovechamiento de
las coyunturas.
Victoria total, dramático nocaut efectivo. |
Finalmente,
hay en
algunas personas de
nuestro país
un odio racista y clasista contra el tabasqueño. Lo odian porque no
pronuncia las eses, se han atrevido a decir que no habla bien el
español y que no es capaz de hilar dos ideas seguidas aparte de que
habla muy lento y está muy viejo. Eso es un conjunto de prejuicios a
cual más estúpido. Lo que debieran decir en realidad es que no
quieren que un prieto con sangre de indio y capaz que hasta de negro
dirija el país. Creen que debiera ser un güerito que hable inglés
aunque sea ratero y/o estúpido pero que haya sido de buena cuna. Les
duele en el alma que un jodido llegue a la presidencia. Son sin duda
las más pútridas reminiscencias racistas que no han terminado de
irse de México desde la colonia.
Los
ciclos sangrientos de México, 1810-1821, con el costo de más de
medio millón de muertes. El de 1910-1921, década en que bajó el
número de mexicanos en un millón. 2010-¿2021?,
se viene dando sin muertes al menos no provocadas
desde el movimiento revolucionario. Esto es una revolución que,
alabado sea el cielo, llega al poder sin violencia.
Algunos hemos peleado contra el
gobierno desde la adolescencia. Hemos sido derrotados una y otra y
otra vez. Como Santos Degollado. Esta victoria nos llena de una
felicidad que nos ha hecho derramar lágrimas. De pronto no nos
atrevemos a creerlo.
Hemos cambiado al mundo. Esto ya
no es lo mismo que antes.
Ahora, el tiempo de la
transición, es demasiado largo. Son cinco larguísimos meses. ¿Se
atreverán a intentar una estupidez? ¿Se pondrán como cuchillito de
palo que no corta pero qué bien chinga? ¿Intentarán en este tiempo
desprestigiar al ganador? Pues aquí estamos para defenderlo mientras
no llegue al poder. Y también cuando llegue y así lo merezca.
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