Y van dos de siete
Pterocles Arenarius
27 de junio de 2018
Gran artista, erudita, escritora magistral Margarite Yourcenar |
Primer libro de
siete. Memorias de Adriano, Margarite Yourcenar.
¿Es posible que una persona del siglo XX retrate el alma de un emperador del siglo I? Hay casi dos mil años de distancia. Pero más, se trata de una mujer la retratista y penetra en la persona de un emperador de Roma, el gran imperio de aquel tiempo.
Margarite Yourcenar se transfigura, desaparece, se convierte en Adriano (milagros dables sólo por el arte) y nos trae aquel ambiente, el siglo I en la Roma en el clímax de su gloria pero no sin atisbar los inicios de su decadencia. No exagero al decir que en muchos momentos de la lectura olvidamos que quien escribió Memorias de Adriano es una mujer, porque estamos oyendo hablar a un emperador de Roma, el imperio más inmenso, el más poderoso de la historia hasta aquel momento.
Hay que leer el amor de Adriano por Antinoo y la descripción de una belleza que le mereció un monumento.
La terrible guerra contra los judíos de aquellos tiempos, la segunda destrucción del Templo de Salomón. Y la sabiduría de un emperador filósofo, Adriano, que fue deificado en vida. Un libro inolvidable, una lección de historia, de sabiduría y, faltaría más, de literatura.
Es el 1 de 7. Y convoco a Zoe Velázquez.
¿Es posible que una persona del siglo XX retrate el alma de un emperador del siglo I? Hay casi dos mil años de distancia. Pero más, se trata de una mujer la retratista y penetra en la persona de un emperador de Roma, el gran imperio de aquel tiempo.
Margarite Yourcenar se transfigura, desaparece, se convierte en Adriano (milagros dables sólo por el arte) y nos trae aquel ambiente, el siglo I en la Roma en el clímax de su gloria pero no sin atisbar los inicios de su decadencia. No exagero al decir que en muchos momentos de la lectura olvidamos que quien escribió Memorias de Adriano es una mujer, porque estamos oyendo hablar a un emperador de Roma, el imperio más inmenso, el más poderoso de la historia hasta aquel momento.
Hay que leer el amor de Adriano por Antinoo y la descripción de una belleza que le mereció un monumento.
La terrible guerra contra los judíos de aquellos tiempos, la segunda destrucción del Templo de Salomón. Y la sabiduría de un emperador filósofo, Adriano, que fue deificado en vida. Un libro inolvidable, una lección de historia, de sabiduría y, faltaría más, de literatura.
Es el 1 de 7. Y convoco a Zoe Velázquez.
28 de junio de 2018
Azote de los hipócritas |
Día dos de siete.
“Erecciones, eyaculaciones y otras exhibiciones. Cuentos de la
ordinaria locura”. Hoy recomiendo al viejo indecente, al que
voluntariosamente se autoconvirtió en un verdadero peligro para las
buenas consciencias, la abominación de las personas decentes. El más
negro enemigo de los hipócritas.
Charles Bukowski,
macho y, más aún, misógino; bruto, borracho en los últimos
extremos del alcoholismo, peleador callejero, putañero, bestial.
Un escritor que
viene siendo el hijo malo del Tío Sam. El lado oscuro de la
civilización WASP, el que le bajó los calzones al stablishment
gringo y lo exhibe ―dando
pruebas― como lo que
es, un sistema que alcanzó el estatus de auténtico hipócrita,
deshumanizado, explotador, criminal.
El viejo Bukowski es
un formidable cuentista (casi siempre), aunque hay ocasiones en que
nos decepciona muy gravemente. No exagero al imaginar que se pondría
a escribir borracho o víctima de una crudelísima resaca y
chambonamente dejó ir a la imprenta líneas que lo muestran como lo
que es en la más cruda realidad: un tipo al que le valía madres
todo (lo cual incluye a sí mismo). Había estado años demostrándolo
y sufriéndolo, diciéndonoslo en sus cuentos.
Hay dimensiones
bukowskianas que no han sido exploradas. O al menos no las he visto
exhibidas. El viejo Charlie tiene un lado trágico terrible. El hecho
de que lo oculte bajo la embriaguez alcohólica o la anécdota que no
por ser brutal deja de ser altamente risible no lo desaparece.
Bukowski es mucho más que la oveja negra de la familia, es el
diablo, el que lanzó de verdad a la mierda el contrato social, el
que de veras dijo "A chingar a su madre con sus putas
instituciones".
El viejo Charlie es
un auténtico anarquista, un bárbaro descreído que, en vez de
lanzar bombas, se convirtió en un terrorista lanzando cuentos y
poemas y novelas.
¿Por qué aman a
Bukowski? Lamento decir que hay fuertes aficionados a las bebidas que
creen que ser borracho automáticamente te convierte en un gran
escritor; basta con que seas bien lépero, tremendamente descarado
para exhibir tus vicios y tus malas costumbres sexuales y mandes a
chingar a su madre a todo. Error, amigos míos. Casi lamento decirles
que este viejo descarado es un artífice de la estructura, un
quisquilloso del efecto narrativo de la única manera en que esto es
posible: a punta de palabras bien escogidas; un infatigable buscador
de brutalidades. Desde las orillitas de la indigencia alcohólica,
del pandillerismo y casi de la delincuencia viene este inadaptado,
este macho brutal e irredento a decirnos verdades tremebundas pero
con una exquisitez oculta, disfrazada de simple brutalidad. Los
efectos que logra, la penetración en los personajes, las atmósferas
de siniestra sordidez, los clímax insoportables, el sabor difícil
de resistir entre amargo de dolor y ácido como la sangre pero con un
dulzor perverso y una honestidad escandalosa nos hablan de un
escritor que esconde detrás de un borracho muy vulgar, su erudición,
su gran conocimiento literario y su sabiduría de la vida y del alma
humana. Bukowski fue un lector que se mamó dos o tres bibliotecas de
grandes narradores, es también un trágico, pero no menos es un
farsante, un humorista escatológico y despiadado que se mueve en los
extremos del escepticismo. Es el borracho que nos restriega en la
jeta tragedias espantosas y luego se burla sin piedad de las mismas
luego de habernos conmovido, ya ni la chinga. Bukowski también es un
perverso que se refocila en mostrar los lados más sucios, oscuros,
perversos y aborrecibles, incluso criminales, de que es capaz el ser
humano. Y, por si no fuera suficiente, tiene la inmensa estatura de
haber pergeñado cuentos fantásticos ―quiero
decir con tema de fantasía―
y lo hace en medio del clima de la embriaguez y el sexo duro,
abiertamente pornográfico. Este hombre es un testimonio de los
monstruos que puede prohijar el sistema gringo y todavía se da el
lujo inmenso de ser divertido. Casi lo mismo puede decirse de su
poesía. Quizá pudiera ser acusado, como poeta, de verbosidad, pero
como cuentista, cuando se lo propuso, fue insuperable. No menos tiene
que anotarse que es un gran humorista, aunque la risa, la carcajada
que provoca no es refinada, no es irónica y mucho menos discreta, es
el desahogo de un briago cínico, bruto, en medio de una peda
telúrica, pero es un borracho insoportablemente inteligente,
perversamente lúcido. El novelista, en cambio, se nos diluye en
largas anécdotas que disgregan el efecto en un oceano que termina
siendo la narración prolongada. El cuentista, insisto, cuando se lo
propone, es maravilloso.
Es el día dos de
siete y convoco a Luz Ureña, para que nos hable de sus autores
favoritos.
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