viernes, 4 de septiembre de 2015

Para Una muerte inmejorable

Adrián Román

La muerte es el inicio de la vida. Uno debe morir para transformarse. La transgresión constante de nuestras creencias y costumbres nos llevarán a la muerte continua, que es la mejor forma de vida. Uno debe entregarse a la muerte para poder entregarse a la vida.

A la izquierda, el extraordinario poeta. En medio el activista
cultural, actor, director, etc, cuyo nombre es grandiosamente
literario: Everardo Pillado Pacheco. Y Pterocles. En la cantina
Buenos Aires.


La novela es una forma de autobiografía, es inevitable no hablar de nuestra vida a la hora de escribir, algo de nosotros les heredamos a los personajes. ¿Cuántas veces Pterocles habrá muerto para transformarse en el iracundo e irreverente escritor que hoy es?
Yo lo conocí varias veces. Una vez estábamos asaltando una chinampa cargada de pulque en una de las lagunas de la antigua Ciudad de México, uno de nosotros murió esa noche, no recuerdo quién. Otra vez nos subimos al ring, y decir ring, es un decir, en aquel puerto de las islas británicas, el campo de batalla no era otra cosa que unas cuantas cuerdas amarradas, alrededor había una muchedumbre hambrienta de sangre, no había límite de rounds ni reglas específicas, nuestro tamaño y peso era disparejo, eso no evitó que nos diéramos con todo, aquello fue una masacre mutua. Otro día les digo quién ganó.

Adrián Román lee.

Nos morimos y nacemos. De eso va esta novela, es una invitación a transformarnos, porque no importa que el personaje se encuentre condenado a muerte. Todos estamos encaminados a dejar esta tierra. La cosa es comenzar a vivir de otro modo. Aquí hay un autor vivo, que invita al lector a ser rebelde. ¿Por qué obedecer los aburridos preceptos de las buenas costumbres?

Pterocles y Adrián.

Pterocles es un escritor de versos fuertes, es un hombre de mirada fina que sabe interpretar bien lo que ve, y sabe transmitirlo. Lo demuestran sus cuentos, en donde hace un alarde del lenguaje callejero a veces, pero también escudriña en el alma humana y reconoce esos momentos en los que un hombre se quiebra. La potencia de su pluma o de sus manos sobre el teclado se deja ver en su otra novela, Demoníaca, en donde Pterocles se disfraza de travesti, e indaga en las más oscuras costumbres y sentimientos, anhelos y perversiones de un personaje. No hay otro modo de hacer algo memorable que dejando todo sobre el ring.
Los samuráis deben tener siempre presenta la muerte. Esa presencia constante es lo que nos mantiene amarrados a la humildad. Una muerte inmejorable sólo puede darse a través de una vida llena de rupturas.
Celebro la novela, porque su aparición obedece al sueño sincero de un hombre por contar, un hombre que fue soldador, que estudió ingeniería, que fue boxeador y no que no se hallaba, no lo hacía hasta que descubrió que estaba bendecido por las letras, que mediante ellas le daría salida a todas sus frustraciones y sueños. Pterocles es un hombre que asumió la responsabilidad de ser artista, puso su talento al servicio de nosotros para que nos animemos a transformarnos, a morir. Salud, compadre. Que vengan muchas novelas más.

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