Quien llora no gestiona: una discográfica en Múnich, un gran museo en Lóndres, un teatro en Barcelona y un festival en Granada.
Quiero, después de los artistas, presentar a algunos gestores para la cultura: lo que piensan, lo que hacen, cómo trabajan. Gestores canguro. Que innovan. Que han recreado la manera de pensar y plantear una organización para la cultura. Gestores que no son de la tribu de la queja eterna, el lloro pronto, el salmo desesperado e impotente de la falta de recursos continuada, especialmente económicos. Gestores que van a trabajar llorados. Que es como debemos ir. Y gestionan: toman decisiones de líder. Diferentes. Con ideas claras. Y un horizoante trazado: saben lo que quieren. Lo que los ciudadanos desean. Y saben más: lo que los ciudadanos necesitan para una vida más en clave de cultura. No es poco. Desde aquí, avanzan. Proponen. No paran. Siempre dos pasos más adelante, siempre mostrando, presentando amaneceres, preguntas, trazando propuestas de sentido, desde un trabajo en equipo con artistas y creativos. Desde lo que preocupa, hoy, a la ciudadanía.
Leed sus palabras despacio. Son palabras de gestores para la cultura. Que están por la conciencia cívica no impuesta: surgida de la gente. Para ello, emprenden caminos nuevos. Con ideas. Y las realizan. Con su equipo: delegan. Trabajan con un horizonte de futuro. Les horroriza lo sólo correcto. Y quieren ser diferentes. Con ideas. Que son el capital de la organización: están en todo lo que hacen y en el cómo. El dinero viene después. Viene seguro. Porque están sirviendo a la gente. Metidos, trabajando desde abajo. Democráticamente.
Hay algo que es preocupante en sus biografías: no es fácil encontrar gestores líderes así, con la gente. Insisto. Relacionales, implicativos. En las organizaciones para la cultura pública andamos muy escasos de tales gestores. Todos deberían de ser, como mínimo, así. (Continuará.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario