Con los creativos, con los artistas. Son el medio. No el fin. Demasiados, pero están secos, sólo buscan subsidios y fama, proponen diversión en formato transgresor o piensan que la originalidad es lo más. Con éstos, nada: ni son creativos, ni son artistas. Venden humo de colores.
Peter Brook, director y pensador para el teatro cree que vivimos en la confusión y no vemos qué sucede en realidad. Hablamos con otro, pero estamos tan pendientes de nosotros que no lo podemos conocer. El teatro permite comoprender al mismo tiempo a dos personas en oposición o aproximación. El teatro como espacio de encuentros. Pina Bausch, anda metida en los entresijos de las ciudades, bailándolas: Todo mi trabajo habla sobre la gente, sobre sus sentimientos, sus miedos y deseos. En toda nueva pieza tan sólo busco nuevos movimientos para expresarlo. Los grandes saben. Indican.
A los que sólo les interesa expresarse, ganar dibero, triunfar, salir en los papeles, amablemente debemos dirigirlos hacia el sector mercado. No somos tranmpolín de famosos. Ni pagamos subvenciones y honorarios para el goce de crear en el taller y la investigación en su arte. El arte por el arte terminó. El artista que se autoexpresa es magnífico, pero es ésta una acción suya. Privada. Tal vez interesante. Tal vez no.
Creo que soy suficientemente claro: terminó la cultura de la artisticidad desde los artistas como únicos creadores. Y todos los demás difundiéndolos, pagándolos, manteniéndolos en la gloria del famoseo mediático. Desde lo público, acabó. Terminó, por fin, el último estropicio heredado de las monarquías absolutas, la iglesia triunfante y el artista autoeregido como héroe. Algunos, todavía, no se han enterado. Y sólo una acotación: no puedo vivir sin contacto con el arte. Múltiple. Pero somos gestores públicos. Para nosotros, los ciudadanos primero. Los artistas creadores de sentido para la vida espléndida de sentido, después. (Continuará.)
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