viernes, 20 de marzo de 2020

La descendencia

Los amados


Pterocles Arenarius

En el año 85 del siglo pasado nació Violeta Ortega Navarrete. Es una muchacha bellísima y extraordinariamente talentosa. Violeta me enseñó una parte imprescindible de la vida, sin la cual es imposible transitar por este planeta: el lado femenino del mundo. Lo hizo siendo una criatura de tres años. (Ocurre que un día Violeta me pidió que jugáramos con sus muñecas. Bueno, pues qué otra cosa podía hacer. Me dijo algo así: tú eres Mariquita y yo soy Violetón. Y empezamos a jugar. ¡Yo era Mariquita?, Dios de los cielos. Tenía que interpretar a Mariquita y hacerlo bien, es decir, de manera que fuese creíble, aceptable para mi niña. Es estúpido me dije estúpidamente. Pero también alcancé a pensar que si no soy capaz de convertirme en una niña no merezco el amor de una niña, de mi niña. Parece estúpido pero tuve que vencerme a mí mismo para hacer a un lado los prejuicios ¿de macho?, no sé, pero jugué siendo Mariquita con mi niña Violetón a las muñecas y ella estuvo contenta). La trascendencia de lo que me dio Violeta quedó convertido en un artículo que publiqué en el periódico Correo de Guanajuato quizá en el año 2003. Violeta es hoy maestra de artes plásticas, casi licenciada en letras hispánicas (tiene que terminar unas cuantas materias y titularse, culminar una brillantísima carrera universitaria que ha hecho en las letras); autora, además, de pinturas ambiguas por su candor y sus cualidades tremendas y hasta siniestras a veces, autora de algunos cuentos, hoy dedicada al tejido y al diseño textil en su búsqueda plástica aunque también a la promoción cultural, junto con su prima Kristell Henry, impulsan la creación de Islera, un espacio de arte y cultura en el corazón del barrio de La Merced. Las fotos en donde aparece Violeta fueron del acto inauguratorio de Islera. Un orgullo tremendo ser el papá de semejante mujerón.
La imagen puede contener: 2 personas, incluido Pterocles Arenarius, barba
Violeta
Con Violeta en el bar Acapulco
Violeta amada
Violetón

Violeta en Islera, su galería

 
Violeta, la bella

Luego Zoe Ortega Velazqueza. Mi Zoe nació en el 2001. A ella de igual manera escribí un artículo que igual, se publicó en aquel periódico de Guanajuato. En aquellos años ―¿2003, 2004?― el poeta Daniel Silva era un jovencito que estudiaba en la UG. Recuerdo que Daniel me buscó y me dijo cosas impresionantes de aquel artículo dedicado a Zoe. Creo recordar que me dijo que esa lectura había afectado su visión, su relación con las mujeres. Hoy mi niña Zoe ha venido revelándose como autora literaria. Escribe unos cuentos tremendos, dolorosos, rebeldes. Lo que escribe mi niña (tiene 19, pero, igual que a Violeta, a veces la llamo mi niña, como buen viejo que ya soy), decía, lo que escribe Zoe escuece hasta las entrañas. Hace unos meses subí a mi blog pterocles-arenarius.blogspot.com, un artículo que llamé La estética de la hecatombe, en el que identifico modos de estar en la literatura como ―lamentablemente mi niña tiene el modo de caminar de su papá― tantas cosas de mí se recuerdan al observar a Zoe. Esta muchacha bellísima es muy desconcertante, con una inteligencia privilegiada que se ha venido manifestando en su pasión por la matemática. Ha llegado al hecho asombroso de aprender geometría analítica y cálculo diferencial e integral ¡ella sola!, sin maestro. Lo que es una enorme hazaña intelectual. Yo no he conocido personalmente a nadie en mi vida que haya aprendido matemáticas de tal nivel, ni siquiera de uno más modesto, sin maestro. En la biografía de Isaac Newton leí que él lo hizo. Pero ese hombre ha sido quizá el genio matemático más grande de la historia de la humanidad. Zoe no se da cuenta de lo que hizo al aprender tal ciencia por sus propios medios. Pronto publicará su propio libro de cuentos porque ya ha publicado algunos en varias antologías de narradores. En esta serie de fotos vemos a Zoe en la lectura en el mero Palacio de Bellas Artes a que fue invitada por la asociación de escritoras ―y mujeres artistas en general― llamada Comuarte.
Zoe y pergaminos

Zoe con el libro en que escribió

Mis amados con Noemí

Zoeta-Poeta

Zoe en Bellas Artes

Mis dos amores

Nos acompaña Noemí Eterno Femenino

Zoe con mamá


Pterocles y sucesores

Uno más de los que aparecen en esta serie de fotos es David. Este joven es hermoso, impresionante de belleza masculina. Es un chico que nació con una estrella que refulge en su frente. Su mamá le dice el Rey David. Ha sido inverosímilmente fuerte desde que era muy pequeño. Su nombre es debido a un gran amigo gringo Deivid Richards, escritor norteamericano y, entiendo, uno de los más importantes críticos teatrales de aquel país. Él vivió en Guanajuato y que se hizo mi gran amigo, tanto que ―puesto que en el año 2002 en que nació David― pasábamos por una leve crisis económica, Deivid Richards cooperó con algún dinero para pagar el hospital en que atendieron del parto a la mamá de David cuando lo trajo a este planeta. Aunque esa no fue de ninguna manera la razón por la que le pusimos David a nuestro niño. Se llamó así porque decidimos hacerle a Deivid un pequeño homenaje que consistió en ponerle su nombre a nuestro hijo. Deivid estaba inocultable y desmedidamente contento de que mi niño se llamara David, como él, aunque se pronuncie diferente. Dijimos que era su padrino. Aunque aquí conviene hacer una aclaración, ni Zoe ni David están bautizados porque la mamá de ellos, aunque sí cree en dios, no le tiene fe a la iglesia católica. Yo no puedo decir que no crea en dios o, dado caso, pienso en el dios de Spinoza que es el mismo de Einstein y también, aproximadamente, el de Carl Sagan. En un dios como el de ellos pues sí creo, pero semejante deidad no impone ninguna clase de bautismo. David es un ser humano que se siente ―y en realidad lo está, en parte porque así lo siente y en función de eso actúa― por encima de las circunstancias, incluso de la gente. Es una persona que no se preocupa ni más y ni siquiera menos de lo que hace todo el mundo ante los avatares existenciales. Él ve pasar al universo desde su pedestal y resuelve sus problemas con el esfuerzo mínimo y la actitud más serena. Esta manera de ser llegó a preocuparme pues no es tan difícil confundirla con mera negligencia, abulia ante la vida. Sin embargo, últimamente se ha mostrado asombrosamente interesado en la filosofía, hemos platicado de temas de esta ciencia y se ve incluso apasionado, conocedor, inquisitivo, curioso. Lo cual es muy satisfactorio. David también fue en su momento motivo de mis textos periodísticos. Hace muchos años, su padrino mágico, como el solía decirle cuando era niño, Deivid Richards, me hizo el reto de que escribiera una “carta a mi hijo”. El desafío se aceptó y publiqué en el susodicho diario Correo un texto para David. Deivid, nuestro querido gringo leyó el texto y se conmovió. Estuvo ausente de Guanajuato varios meses. Cuando regresó me dijo que había depositado la carta a David en una caja de seguridad de un banco de Nueva York con la instrucción de que le fuera entregada a mi David cuando cumpliera 21 años. Eso ocurrirá en el próximo 25 de julio de 2023.
En la serie de fotos también se encuentra Aracely Velázquez, la mamá de Zoe y David. La admirable Chely, gran empresaria admirada y también envidiada en el pueblo chico e infierno grande que es la ciudad de Guanajuato. Una mujer extraordinaria, ex presidente de Canirac Guanajuato, impulsora y sostenedora del mejor negocio de café y crepas de la ciudad y madre ejemplar de Zoe, David y Leonardo, este joven es hijo del anterior matrimonio de Chely: mi querido amigo y excelente pintor Magdiel Pérez. Leonardo es otro artista más en la familia, él del ámbito de la plástica, brillantísimo estudiante universitario y hoy también al frente de una existosa empresa, el Bar Dadá de Guanajuato.
También se encuentra en la serie de fotos Noemí Luna García, mi más importante editora. Ella ha producido mis libros Fiestas, Demoníaca y Cualquiera puede matar. Es decir, casi soy su autor exclusivo. No menos una mujer extraordinaria. Ahí en Bellas Artes se le designó acreedora al premio Coatlicue que Comuarte entrega cada año a una mujer destacada en el territorio de la actividad artística.

David, alias Bono

Jesús Pterocles y Jesús David

Los cuatro en Bellas Artes hace pocos años

El hermoso en su pueblo

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