Felipe
Ángeles cien años después
Pterocles Arenarius
Felipe de Jesús
Ángeles Ramírez fue sin duda el más humanista de todos los
generales de la Revolución. En su momento, bajo el mando del
presidente Francisco I. Madero, le tocó combatir a las fuerzas de
Emiliano Zapata. Varios años después, cuando eran aliados, Zapata
reconoció que Ángeles había sido un noble contrincante, respetuoso
de las leyes de la guerra, misericordioso con los zapatistas
prisioneros y muy cuidadoso para no violar los derechos de los
pueblos bajo la protección del Ejército Liberador del Sur. Muy
diferente al criminal Victoriano Huerta y su achichincle Juvencio
Robles, quienes lucharon también contra Zapata antes que Ángeles
pero éstos usaron el método de tierra arrasada, asesinato masivo y
destrucción total de pueblos por el fuego, el fusilamiento y la
violación. Su resultado fue fortalecer el odio contra el gobierno de
Madero y también al ejército de Emiliano.
Pancho Villa y Felipe Ángeles |
Varios datos muy interesantes de Ángeles son aquellos de que era un
gran lector del Bhagabad Gita. Este general, por lo demás, educado
como militar en Francia y director del Colegio Militar, salvó
milagrosamente la vida cuando Francisco I. Madero fue asesinado.
Ángeles compartió con Madero sus últimos días hasta el momento en
que fue llevado al sacrificio por los asesinos al mando del chacal
Victoriano Huerta. Posteriormente, exiliado en Europa, decidió
regresar a México e incorporarse a las fuerzas de la revolución
bajo el mando de Venustiano Carranza. Los celos de Obregón hicieron
que Carranza lo mandara a colaborar con Francisco Villa a Chihuahua.
Ambos traidores, Carranza y Obregón, pensaban que el villismo no
tenía futuro, pero no sospechaban que Ángeles y Villa harían una
mancuerna áurea.
Los
historiadores dicen que, en buena medida, las formidables victorias
de Pancho Villa en la segunda toma de Torreón, Paredón y Zacatecas,
entre otras, fueron gracias a la colaboración de Felipe Ángeles.
También sostienen que las terribles derrotas del Villismo en el
Bajío se debieron a que Francisco Villa desatendió los consejos de
Ángeles. Krauze hizo una aceptable alegoría al caracterizar al jefe
de la División del Norte como: Pancho Villa, entre el
ángel y el fierro, en alusión a que dos de los más cercanos
generales a Villa fueron Rodolfo Fierro y Felipe Ángeles. El primero
como el lado oscuro de Villa y Ángeles el luminoso, que también
tenía el gran general Villa.
Rodolfo Fierro y Pancho Villa |
Francisco
Villa pensaba en Felipe Ángeles para presidente de México, en caso
de que ellos, los convencionistas triunfaran. Cuando Carranza notó
que la mancuerna Villa-Ángeles era más exitosa que sus propias
huestes, se empeñó en separarlos y así se lo ordenó al general
Villa. Éste, acatando la orden, mandó al artillero hidalguense a
ponerse bajo las órdenes de Carranza, pero antes le organizó una
ceremonia de despedida. Los cronistas narran que en su momento Villa
pronunció un discurso para que seguidamente Ángeles partiera y
recuerdan que sin pudor alguno, frente a sus soldados, el General de
la División Francisco Villa interrumpió su discurso y se puso a
llorar por la partida de su colaborador y, para entonces, ya
entrañable amigo.
Cuando
se escriben estas líneas se cumplen cien años del asesinato de
Felipe Ángeles, fusilado por consigna, quien lo duda, del presidente
cuyo nombre, Venustiano Carranza, se convirtió, al crearse como
verbo, en sinónimo de robar: carrancear.
Los
priístas, por décadas autodesignados herederos de la Revolución,
se mostraron también hijos de las malas mañas de los vencedores de
aquella terrible contienda. Obregón era tremendamente corrupto y lo
reconocía él mismo; astuto en el peor de los aspectos y asesino
empedernido. Carranza, ya está dicho, generó el verbo carrancear.
Los priístas fueron raterazos y asesinos. Aunque, con el tiempo,
aprendieron que salía más barato cooptar, corromper o incluso
chantajear que cometer asesinatos, aunque no especulaban demasiado
para decidirse antes de matar a alguien.
Emiliano y Pancho entrando a la Ciudad de México, 1914 |
La
memoria histórica del pueblo mexicano le enseñó que la Revolución
había sido una etapa espantosa de nuestra historia. El país contaba
con unos 12 millones de habitantes y en el lapso revolucionario, la
población no sólo no aumentó, sino que disminuyó en un millón de
personas. Las hambrunas y grandes sufrimientos azotaron a todos los
mexicanos. Los de las generaciones nacidas entre los años 40, 50 y
aún 60 del siglo XX conocieron muy bien los relatos de sus padres y
abuelos sobre los hechos de grandes sufrimientos y hambruna que se
padeció en aquel tiempo. Y la izquierda entendió. Nunca más otra
guerra civil, pareció ser la consigna. Y el pueblo sufrió ahora las
arbitrariedades, la corrupción, el encarcelamiento, el
autoritarismo, la desigualdad, la ineptitud, la estupidez, la
soberbia y muchos otros oprobios de los gobiernos priístas. El
pueblo lo soportó bien cuando hubo, cómo no, épocas de bonanza,
cuando se hablaba en el mundo del “milagro mexicano” y el país
crecía a tasas del 7 por ciento anual. Se aguantó con gran
estoicismo cuando el sistema priísta recurrió al asesinato, el
encarcelamiento y la arbitrariedad de los años 60 y 70, en que
cometieron dos de los más vergonzosos crímenes políticos de la
historia: las matanzas de Tlatelolco y la de San Cosme. Con
indignación se callaba contradictoriamente aquel secreto a voces de
la guerra sucia en la que el gobierno cometió atrocidades sin nombre
desapareciendo, torturando y también asesinando con toda brutalidad
a los inconformes con las matanzas del 2 de octubre y del 10 de
junio.
Bajo la égida de mi general... |
Los
latrocinios descomunales de Echeverría y López Portillo eran mal
menor frente a la posibilidad de incurrir otra vez en la violencia
generalizada, aunque fuera revolucionaria. Así llegamos a uno de los
peores gobiernos que se ha padecido en México. En la espiral
descendente, pues cada presidente designaba como sucesor al peor de
su gabinete, llegó el momento en que De la Madrid, el peorcito de
todos, impotente, vio crecer y agigantarse y ser devorado por aquel
hombre de prominente inteligencia criminal, un auténtico demonio del
mal: Carlos Salinas de Gortari, quien terminó gobernando el sexenio
infame de Miguel de la Madrid. Luego Salinas impuso el más grande
fraude electoral que se hubiera vivido hasta entonces para usurpar la
presidencia de la República. Pero, para el pueblo, no valía la pena
levantarse en armas. Y el mexicano soportó más de treinta años de
depredación, de robo al erario por parte de quienes debían
cuidarlo, de asesinatos, de mentiras.
Luego
engañaron a los mexicanos con una alternancia que demostró ser más
de lo mismo: los dos sexenios panistas Fox-Calderón. Si bien Fox fue
el colmo de la extravagancia, el servilismo a Estados Unidos, la
estupidez e incluso la locura, se quedó chico ante las
monstruosidades que se alcanzó el hoy llamado Comandante Borolas,
Felipe Calderón. Lo que no había ocurrido antes, desde los tiempos
desdichados de la Revolución. El fatalismo histórico se hizo
presente: 1810-1821, una gran masacre de mexicanos como costo de la
Independencia; 1910-1921, la décima parte de la población
exterminada para combatir a un régimen que traicionó a los
humildes; 2010-?, a pesar del trauma histórico de los mexicanos que
se pronunciaron por la no violencia, que aguantaron Tlatelolco, 10 de
junio, Acteal, Aguas Blancas y muchos crímenes más, llegó un
borracho estúpido y desató una guerra que nadie quería y bañó en
sangre al país y, de cereza en el pastel, trajo nuevamente al poder
a los peores gobernantes de la historia de México y lo hizo
traicionando a su partido, a sí mismo y a su tradición familiar.
Ayudado por Borolas, además de un gran fraude económico que soportó
al electoral regresó el PRI al gobierno a continuar las políticas
del susodicho Comandante Borolas. Pero el pueblo mexicano, ni así
quiso la violencia.
El
1 de julio de 2018, el pueblo mexicano le aplicó una derrota
histórica al sistema prianista. Ellos hicieron fraude, como siempre,
pero el aplastamiento del sufragio popular los puso en situación de
desesperación. La victoria del pueblo fue esplendorosa y pacífica.
Como los mexicanos lo han querido desde siempre en estos tiempos: sin
derramar sangre por parte de los revolucionarios. Ellos sí
asesinaron, ellos sí reprimieron, ellos sí cometieron crímenes de
lesa humanidad. El representante del pueblo, Andrés Manuel López
Obrador, llega al poder con las manos limpias de sangre y de robos.
Por primera vez en la historia actual de México.
Y luego dicen que el
pueblo no es sabio.
He hablado del
trauma histórico de la Revolución. Fue una lección espantosa, pero
la hemos aprendido. En este momento sabemos que aunque abominemos a
los panistas, aunque no podamos soportarlos, aunque nos parezca que
lo peor del mundo habita en la mente de los racistas, los clasistas,
los que han venido a este mundo a explotar a sus semejantes para
hacerse ricos, para acumular poder económico de una manera absurda y
enloquecida aunque perjudiquen a millones de personas. Aunque sean
criminales en potencia o incluso en acto... tenemos que vivir juntos
en el mismo país. Los que cometan actos fuera de la ley que vayan a
la cárcel y que ahí se pudran. Pero no podemos, no debemos
matarlos. “En el momento en que incurramos en crímenes como los
que ellos han cometido, en ese momento nos habrán derrotado”:
Pablo Gómez.
La gente de la derecha quisiera eliminar a los indios excepto porque
sin ellos, quién les serviría y a quién iban a robar mediante la
explotación de su trabajo pagándoles sueldos miserables a cambio de
que engorden sus cuentas bancarias. Los llaman el plebeyaje, los
llaman la indiada, los llaman el infelizaje.
Pero aún así, aunque sus actitudes nos parezcan bajezas inhumanas,
tenemos que vivir juntos, aunque carguen en su cabecita esa
podredumbre. Tenemos que vivir juntos. Y somos ciudadanos de un país
con riquezas inmensas que dan para que vivamos todos. El PRI nunca
entendió la lección. Ellos asesinaban a quien no les gustaba por su
manera de pensar, lo hicieron desde su origen mismo, como cuando
Obregón mandó matar a su hijo putativo Francisco Serrano, o Salinas
a su no menos hijo putativo Colosio. Si eso hacían con sus aliados
¿qué nos podíamos esperar sus rivales! Los priístas nunca
entendieron.
El PAN tampoco entendió como lo mostró el Comandante Borolas. Y si
me apuran un poco están peor. Además de que prefieren el uso de la
fuerza y ordenar que vayan a matar a los miembros del crimen
organizado, quieren todavía imponer reglas que ya no son de este
siglo. El PAN anda viviendo como uno o dos siglos atrás, pero con
las costumbres de este siglo XXI. Ah, porque eso sí, les encanta la
concupiscencia, los placeres actuales que incluyen la libertad sexual
extrema con respecto a tiempos pasados, la tecnología e incluso la
embriaguez. Como me dijo un panista, un familiar muy cercano,
lamentablemente panista, pero a la vez muy querido (algo así como un
hijo descarriado y malacabeza): “El PAN se quedó sin banderas. Hoy
no defendemos la moral cristiana; no defendemos, salvo excepciones no
muy recomendables, a la familia; no defendemos la decencia. Nos hemos
vuelto iguales que la gente de izquierda”. Pero sí quieren el
exterminio.
Los únicos que, al parecer, hemos entendido la lección somos los de
izquierda y también el pueblo mexicano en general. Estamos juntos en
este país y tenemos que convivir todos. Incluso los criminales
porque no hay pena de muerte en México, así que todos tenemos que
vivir mientras nuestro cuerpo dé para ello. Los que merezcan la pena
máxima por los más terribles crímenes que hubieran cometido, que
vayan a la cárcel; la pérdida de la libertad es semejante a la
pérdida de la vida.
México perdió a muchos de sus más grandes hombres en la época de
la Revolución. Y es muy de lamentar que no los mejores, no los más
humanistas, no los que amaban al pueblo fueron los que ganaran la
Revolución (con la excepción luminosa de mi general Lázaro
Cárdenas).
Y
el pueblo mexicano soportó la terrible hecatombe que fue la
Revolución. Luego soportó un gobierno terrible, ladrón y asesino,
a pesar de que las consignas para los levantamientos armados no
fueron escasas (las guerrillas urbanas de los años 70 y 80, los
levantamientos campesinos de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, el
movimiento armado del EZLN, entre otros), el pueblo escogió la vía
pacífica y la aplicó de la manera más contundente. Morena tiene
una misión histórica, vamos a ver si está a la altura del reto.
Y
nuestros grandes hombres que vivan y que aporten a la patria. No más
las muertes prematuras de los Felipe Ángeles, de los Emiliano
Zapata, de los Pancho Villa, de los Flores Magón y tantos más que
hubieran hecho de México una nación más grande y mejor para todos
los mexicanos.
Por
lo pronto, deshagámonos de toponimias oprobiosas; no más vergüenzas
para los lugares que habitamos como la de Venustiano Carranza, Álvaro
Obregón, Plutarco Elías Calles, Gustavo Díaz Ordaz, Carlos Hank
González, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo, Carlos
Salinas de Gortari, et al.
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