Doce
razones para leer Cualquiera
puede matar
Jorge
Arturo Borja
Conocí
a Pterocles Arenarius hace casi 35 años, en el taller de Edmundo
Valadés, y desde entonces hemos mantenido una entrañable amistad,
resistente a las diferencias y sinsabores de la vida. Tal vez por eso
y porque realmente he ponderado el valor de su obra desde que empecé
a leerlo, sea yo el menos indicado para hablar de sus libros de
manera objetiva. Sin embargo en esta ocasión, el reconocimiento y la
valoración que autores de la importancia del Maestro Agustín
Ramos, el Historiador y poeta Sergio García Díaz o el Doctor en
Sociología Fernando Beltrán, han hecho acerca de su más reciente
novela, me incitan a sumarme al aprecio general que está obteniendo
su literatura.
En
principio quisiera mencionar que aunque los libros de Pterocles se
hallan al margen de la gran industria editorial, este escritor se ha
ido colocando como un autor de culto para quienes buscan en sus obras
el realismo y las emociones fuertes, mezcladas con la serena
experiencia de la sabiduría que caracteriza la narrativa de
Arenarius, una especie de mensaje de pasión y sobrevivencia que un
viejo desengañado deja a las nuevas generaciones llenas de
escepticismo y desidia.
Eusebio Ruvalcaba, Jorge A. Borja |
Cualquier
puede matar,
cuyo subtítulo
El episodio Balandrán,
la hace aún más sugestiva, es una novela de muy variados registros,
por lo cual resulta difícil encasillarla dentro de un subgénero
literario. Esta combinación que en otro autor hubiera resultado un
desastre y una franca desorientación para sus seguidores, en el caso
de Arenarius da como resultado una novela con cierta densidad
filosófica pero ligera como un divertimento.
Podría
hacer un análisis más detallado de esta narración o intentar
ubicarla en su justa medida dentro de la obra de un polígrafo que lo
mismo ha publicado ensayo, crónica, cuento que novela. Sin embargo,
soslayando las intenciones críticas, en esta ocasión voy a ceder el
espacio a las preferencias lectoras para enumerar las razones por las
cuales recomiendo Cualquiera
puede matar.
1.-
Porque de primera impresión se puede decir que esta novela es un
thriller,
una novela negra, y de esta manera pueden disfrutarla los lectores
afectos a este subgénero que se caracteriza porque en la búsqueda
de castigar un delito individual se descubre la podredumbre social.
Así en Cualquiera
puede matar, las
palabras de un asesino que hace del antihéroe perfecto se pueden
interpretar como protesta y denuncia en contra de un sistema
criminal, basado en la expoliación de los más débiles, una
sociedad en que las grandes fortunas, como se afirma en el texto, se
fundan en “(…) grandes crímenes o al menos descomunales
latrocinios. Los más ricos del mundo saben bien que sus inmensas
riquezas siempre son resultado del despojo”.
Jorge A. Borja, Pterocles Arenarius |
2.-
Porque en esta novela se asiste a la sólida construcción de un
protagonista, Casimiro Rual, quien actualizando la ruta del héroe
mítico, parte de ser un individuo mediocre, un contador de
existencia poquitera que se casa con una empleadita de tienda, para
convertirse sin proponérselo, en asesino, fugitivo, teporocho y
taquero; y para culminar de manera decidida como chamán y filósofo,
todo por el mismo boleto de matar a su cuñado. Este periplo evoca
sin duda aquella antigua sentencia del terrible Nietzche: “Al
final, todas tus pasiones se convirtieron en virtudes y tus demonios
en ángeles.” (Federich Nietzche. Así
habló Zarathustra,
I,64).
3.-
Porque entre sus capítulos también puede encontrarse una realidad
aparte, en que la magia y las enseñanzas esotéricas son la puerta
final hacia el cumplimiento del destino del protagonista, quien
recibe el apoyo y las lecciones de un Juan Matus que ejerce de
matancero en plena sierra.
Fernando Beltrán, Pterocles, Borja y esa novela |
4.-
Porque también se habla de los abismos a donde conduce el amor, no
como un camino de redención, sino como un instinto, como un demonio
de transformación que lleva muy lejos las intenciones de quien lo
experimenta a fondo y que puede acabar convertido en un santo o una
bestia. Casimiro Rual mata por Laura Adela y después vive por
Camila.
5.-
Porque la firme estructura del texto redondo, que lo mismo recurre a
la prolepsis que a la analepsis (flash
back
o flash
forward para
los videófilos), permite encarrilar al narrador en una montaña rusa
de emociones que, de acuerdo con las exigencias de cada episodio, va
adaptándose a los distintos tonos y convenciones de los subgéneros
que se presentan.
Portada, El hijo desobediente, técnica mixta, Iván Villaseñor |
6.-
Porque las personas, como es mi caso, que conocen de las delicias y
desdichas de los excesos etílicos, pueden encontrar un magnífico
reflejo y la sabiduría de un “maestro bebedor” que ha visitado
las glorias del alcohol y el inframundo de las crudas para obtener de
ese viaje un conocimiento inestimable formulado en certeros
aforismos. Aquí van algunos…
- “(…) los ojos de Dios observan al mundo a través de los ojos del borracho y le regalan a éste tal visión. La embriaguez consiste en que el espíritu divino te hace su posesión y te provoca el gozo que sólo los dioses viven.”
Seis escritores: Lailson, Román, Montelongo, Borja, Santoyo, Pterocles |
- “Sin duda el Supremo Hacedor vive pedísimo siempre, por eso no le aterra la eternidad. Y lo más maravilloso de todo es que Él no tiene crudas.”
- “El peso de la embriaguez es monstruoso, pero sólo cuando no está en su esplendor, porque cuando el alcohol recién ha hecho estallar la gloria, la alegría, dentro de uno, el niño que siempre se ha llevado dentro y que el chínguere deja salir, viene a divertirse.”
(Pterocles
Arenarius. Cualquiera
puede matar.
Página 88).
- “Casi todo lo que es nuestra vida es la cruda de Dios. ¡Chínguese cabrón!”
- “(…) después de la peda viene el peso, el aplastamiento, el precio a pagar por el goce divino, el negro desquite del trago. Es en la cruda donde se ve de qué está hecho un hombre.”
- “El que tiene los tamaños para crear la alegría en medio de la agonía que es la cruda, ese es un verdadero gran hombre.”
Max Rojas, Pterocles, Borja |
7.-
Porque retrata con singular realismo, con esa nítida verdad que
componen las mentiras de la literatura, los laberintos del albañal
en que repta la mayor parte de la policía mexicana y los abogados y
jueces que “administran la justicia”, quienes siempre se han
dedicado a defender los derechos de los privilegiados y a extorsionar
a los ciudadanos que no cuentan con recursos ni influencias; además
de reprimir, matar y desaparecer a quienes protestan por esta infame
situación.
8.-
Porque la lectura apasionada de esta novela puede justificar ese
oscuro atavismo que impele al buen salvaje, al antihéroe, al enemigo
de la modernidad que habita en cada uno de nosotros, a destruir las
instituciones o exterminar a los seres que las representan cuando ya
se hallan totalmente corrompidas.
Pterocles, por Zurbaran |
9.-
Porque desenmascara esa búsqueda de “La Felicidad” que los
libros de autoayuda y los cursos de coaching
han convertido en mercancía. Y afirma con conocimiento de causa que
una sociedad enferma, como la que vivimos, jamás dará felicidad a
sus ciudadanos, y que por el contrario, su naturaleza despiadada e
individualista acabará destruyéndolos si no logran adecuarse a sus
brutales injusticias.
10.-
Porque detrás de las desdichas y desvaríos de Casimiro Rual siempre
se halla la misma pregunta que se hace cada conciencia: “¿para qué
se viene a esta vida tan absurda y llena de dolor?” Y el
protagonista la responde de diversas maneras.
11.-
Porque Pterocles Arenarius demuestra en su escritura oficio en las
letras y experiencia en la vida. Demuestra oficio para contar una
historia de principio a fin, entreteniendo y combinando de manera muy
solvente varios subgéneros. Y porque entre la sucesión de
escenarios sórdidos va dosificando reflexiones que sirven para
generar la anagnórisis
(toma de conciencia) del personaje, pero también las claves con las
que se puede interpretar la realidad del mundo circundante.
12.-
Y al final, vale la pena leer Cualquiera
puede matar,
simplemente porque es una buena novela, de esas que aun cuando el
autor desaparezca de esta tierra, sus palabras quedarán crepitando
en la memoria con el fuego frío que solo alcanza el arte verdadero.
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