miércoles, 3 de julio de 2019

De dónde vienes, a dónde vas...

De dónde vienes y a dónde vas...

Pterocles Arenarius

El día primero de julio cumplimos un año de la gran victoria electoral. Es una fecha histórica, sin la menor exageración. Es la parte de la llegada al poder de la Cuarta Revolución en la historia del país. Y tiene una virtud incomparable, histórica: que los revolucionarios no hemos derramado sangre de los contrincantes. Tengo, acerca de lo anterior, dos consideraciones, como suele decirse, una buena y una mala.
Primero la mala. Anotemos que lo que muy genéricamente llamamos izquierda, hablando globalmentee, casi ha desaparecido. La poderosísima Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se pulverizó en una grupo de pequeños estados. La gran mayoría de los pasíses que eran gobernados por regímenes socialistas o que al menos así se autonombraban terminaron en circunstancias más bien deplorables y algunos de ellos, descubrimos (teníamos que haberlo sabido), eran auténticas tiranías. ¿Cómo podían, a nombre de la justicia para el pueblo oprimir al pueblo? En no pocos casos así ocurría. Llegamos al extremo de admitir que aquellos estados que se autonombraban socialistas, en realidad no lo eran. Terminamos incluso por aceptar que el socialismo no ha existido en la historia moderna.
Tundiendo tecla

En México, la izquierda fue destruida, aterrorizada, asesinada, prostituida. Hubo una guerra sucia en la que, selectivamente, pero sin freno ni pausa, asesinaron a luchadores sociales de las peores maneras imaginadas. A muchos otros los compraron y los prostituyeron. Cuando las fuerzas progresistas estuvieron en condiciones de ganar el poder a través de elecciones, el régimen se robó descaradamente la presidencia en 1988, en 2006 y en 2012. En los hechos parecía que jamás llegaría la justicia al poder. La gran decepción fue la victoria del PAN, con Vicente Fox: el trabajo de resistencia y de oposición firme contra el mal gobierno lo hizo la izquierda y lo capitalizó la derecha. Pero ellos no podían, no quisieron crear la democracia. Luego, Calderón fue peor.
Podemos decir abiertamente que la izquierda no fue derrotada, fue masacrada, asesinada, desaparecida, encarcelada, despojada del poder con todo descaro y, vale la pena tomarlo así: convertida en algo casi inexistente. Pero llegó el gran líder ―con muchos cuestionamientos dentro de las propias fuerzas afines― el que, siempre se dijo, no lo había en la izquierda, estaba entre nosotros y es ya saben quién. Pero nos dicen siempre que nuestro líder es un priísta y hasta se atreven a decir que de los peores. Hay que decir que de ese partido, en sus tres etapas: PNR, PRM, PRI, dio políticos de todas las características habidas y por haber. Desde los malandrines que se enriquecían cínicamente robando al erario hasta los que demostraron su real compromiso con el pueblo mexicano; aunque estos últimos hayan sido notables por su escaso número. Entre ellos es imposible olvidar al general Lázaro Cárdenas. Y esta es la mala consideración: la mejor izquierda, o al menos la más eficaz, terminó siendo dirigida por un político de origen priísta. Andrés Manuel López Obrador. Los propios conocedores de la izquierda afirman que el presidente ni siquiera es de izquierda. Hay quien llega a afirmar que es de centroderecha. Esta es la mala consideración. Pero es todo lo que tenemos, luego de las terribles derrotas del 68, del 71, 88, 94, 2006, 2012. Algunos hasta se dicen avergonzados de esta situación: que las fuerzas progresistas hayan llegado al poder dirigidas por un ex miembro del PRI.

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El presidente

Pero ahora va la buena. Ciertamente, en la práctica, casi todo han sido derrotas para la izquierda. Paradójicamente, a largo plazo, las más amargas derrotas se han convertido en victorias. A estas alturas ya nadie discute que Díaz Ordaz fue un criminal y un pésimo gobernante, igual ocurre con Echeverría, y al mismo tiempo Heberto Castillo es poco menos que un héroe nacional. De la misma manera, nadie discute que los héroes de la izquierda son grandes hombres, como Demetrio Vallejo, Valentín Campa, todos los participantes del movimiento del 68. Es decir, a largo plazo, la victoria política fue de la izquierda. Aunque la gran mayoría de los movimientos hayan sido, en su momento, derrotados por la fuerza, la represión, la cárcel o incluso el asesinato y la desaparición forzada. Pero ninguna derrota es para siempre.
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Heberto Castillo y Demetrio Vallejo


Eso es lo que cosechó Andrés Manuel. Y la buena consideración es que, si bien es un ex priísta, también es cierto que ha sido mucho más congruente que todos los marxistas-leninistas que actuaron en la misma época. Y si bien ya dijimos que en medio de la derrota histórica incluso mundial de la izquierda, tenemos un presidente formidable.
Es curioso que los de la izquierda extrema atacan al presidente casi con igual furia que lo hacen los de la ultraderecha. El presidente López Obrador es el centro de andanadas furibundas y cargadas de odio. Lo acusan, irracionalmente, de que trata de convertir a los niños en homosexuales, de que les quiere enseñar a masturbarse en la primaria, de que tiene un pacto secreto con los comunistas de Cuba y Venezuela, de que es masón y que trabaja para la destrucción de México por eso les da, dicen ellos, más a los centroamericanos que a los mismos mexicanos. Y muchas más monstruosidades similares.
AMLO logró lo que nadie ni siquiera se imaginaba: la derrota total del PRI y, en la práctica, su destrucción, además de poner al PAN en su verdadera dimensión. Andrés supo leer las necesidades de la gente y, a la vez, convertirse en la personificación de ellas. Nada excécrábamos más que los políticos ladrones y mentirosos. AMLO se volvió el más honesto y el más sincero. Y a las pruebas se remitió. La gente odiaba a los que se enriquecieron robando del erario. Andrés se hizo ver como un hombre pobre a pesar de vivir por décadas entre políticos millonarios y corruptos de todos los partidos, incluyendo de la izquierda. Luego se echó en hombros la construcción de un partido político nacional en acaso tres años. Y con eso derrotó al partido de estado más longevo de la historia de la humanidad. Ni siquiera el Partido Comunista de la Unión Soviética llegó a gobernar tanto tiempo como el PRI. Lo que logró Andrés es enorme sin duda. Y, además, es casi lo único que tiene el movimiento progresista.
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Crímenes desde el gobierno

En eso estamos. ¿Qué sigue? Sin duda lo que tiene que venir es la consolidación del poder popular. Sin duda lo que tenemos que hacer es jalar a Morena hacia la izquierda, más hacia la izquierda y plantar las raíces de un poder de la gente que sea invencible para los siguientes procesos electorales. La pauta está hecha. El presidente está tomando las medidas para seguir en el imaginario del pueblo como el benefactor, el líder, el incorruptible, el amigo del pueblo. Él lo ha dicho “Amor con amor se paga”. ¿Habrá, dentro de lo que llamamos la izquierda, algún dirigente que sepa y pueda estar a la altura de AMLO? Pero la continuidad de la victoria depende de lo que hagamos las fuerzas políticas de la base. Sabemos que la derecha es perversa, mentirosa, insaciable y no tiene piedad. El 30 de junio un grupillo hizo una minúscula movilización para pedir la renuncia o la destitución del presidente. Cuando haya los grandes conflictos, lo sabemos, irán con todo, incluso la violencia contra nuestro gobierno. Creo que ni siquiera vale la pena desgastarse en estos momentos en que los enfrentamientos son apenas escaramuzas. Un día no tan lejando se soltarán los chingadazos muy duros, incluso con violencia. Nosotros hemos hecho una verdadera revolución en la que no hemos derramado sangre de los rivales. Mientras que ellos, ya está anotado, asesinaron por décadas a nuestros compañeros. Lo han dicho los más lúcidos de nuestros dirigentes: “No podemos, no debemos ser iguales que ellos, porque cuando lo seamos, nos habrán derrotado”, Pablo Gómez. La gran revolución pacífica que hoy se llama la 4T puede ser la gran salvación de México en los ámbitos más importantes. Falta mucho que hacer, pero Andrés va a requerir nuestro apoyo extremo.
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A un año de la insólita victoria

Eso habremos de verlo en los próximos años. Por lo pronto, la popularidad del presidente es innegable y al parecer sigue asombrosamente in crescendo. Es el momento de celebrar un año de la victoria, pero también el de estar muy atentos, organizados y sentar las bases de lo que será en el futuro muy próximo el poder popular. Si no creamos poder popular ellos nos derrotarán con sus trampas y sus fraudes, como lo han hecho aquí por décadas, como lo han hecho en Brasil, en Ecuador. Y entonces sí, que Changó nos agarre confesados.

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