La
ley de Herodes, o te chingas o te jodes
Pterocles Arenarius
Era un hombrecito de
metro y medio, negro, viejo como yo o, quizá, incluso un poco más
si eso es posible. Traía la cuenca del ojo derecho vacía y el otro
ojo o bien miraba escasamente o bien, de plano, estaba ciego. Un
prototipo de los desgraciados de este mundo. Iba por el pasillo en
medio del carro del metro. Subió en la estación Isabel la Católica
y se puso a cantar. Con un bote pedía una moneda a los que ahí
viajábamos. Era una imprudencia la pretensión de caminar entre
tanta gente exigiendo que le dieran permiso de pasar, había
demasiada gente, pero los ciegos suelen abusar de su condición.
Cuando llegó junto a mí me hice a un lado para que pasara. Pero era
tanta la apretura que se me aproximó mucho. Algo sentí. El ciego me
estaba bolseando y lo empujé con el antebrazo. En ese momento una
muchacha que iba exactamente a mis espaldas me tocó el hombro. Al
mismo tiempo el pequeño viejo ciego negro me dijo “No me aviente,
señor”. Le respondí “Me estás robando”. La muchacha me hizo
mímica afirmativa con su dedo índice. Pero pensé que el ciego
había metido la mano a mi mochila. No, me había trasculcado el
bolsillo izquierdo. Me robó el dinero que traía y que era el
producto de algún tiempo de dar clases en Perote, Veracruz y en
Tecamachalco, Puebla. Se abrieron las puertas del metro y el ciego se
largó rápidamente. Se llevó mi dinero.
Era un pobre hombre.
Su pequeña estatura me hace pensar en desnutrición aguda. Su edad,
arriba de los sesenta años, sin embargo, puede ser mucho menor. Pero
la miseria, el sufrimiento y las drogas, sin duda, lo habrán
avejentado prematuramente. Además era ciego o al menos débil
visual. Y simula pedir limosna para robar. Pues espero que el dinero
que me robó le sirva de algo.
El convoy avanzó y
no pude hacer nada. Regresé al lugar de los hechos y, por supuesto,
el viejo ladrón se había esfumado. Fui a la agencia del ministerio
público que se encuentra en las instalaciones del metro Pino Suárez.
Denunciar, pensé, era más bien un desahogo. Mi dinero está
perdido. Entré al lugar propio de la autoridad judicial con mis
amigos que me acompañaron generosamente todo el tiempo. No había
nadie que atendiera. Por allá adentro se veían varios hombres
comiendo. Esperamos unos minutos y llegaron dos mujeres que nos
preguntaron qué pasaba. Les dije que quería denunciar un robo y
ellas fueron a avisar, ¿a ordenar?, que alguien viniera a
atendernos.
Un pobre hombre |
Me metieron con un
policía a que le contara cómo fue el caso. Le narré muy
aproximadamente lo que está líneas arriba. Era un policía
simpático, corrupto y con muy buena memoria. Me preguntó que qué
hacía yo y le contesté que enseñaba matemáticas. interrumpía su
trabajo para decirme cosas como “Cristo le dijo a sus apóstoles ye
es igual a equis cuadrada. Y nadie le entendió”. Le dije es que
los judíos no conocían la parábola que abre hacia arriba y tiene
vértice en el origen. Me contó que en la prepa resolvió todo el
Baldor y que no le sirvió para nada más que para cobrar a sus
compañeros que no sabían álgebra presentando el examen de manera
fraudulenta, suplantándolos. Corrupto el policía desde que era muy
joven. Escribió que el viejo que me robó llevaba una “playera de
color roja”. Le dije que debía decir de color rojo. Me arguyó que
playera era femenino. Le aclaré que el rojo se atribuye al color de
género masculino, que en tal caso debía decir “playera roja” o
“playera color rojo”. Dijo que los matemáticos somos muy
obsesivos. En un momento le dije que era muy frustrante que le
robaran así a uno y el señorito me dijo que diera gracias porque no
me habían puesto una pistola en la cara ni me habían golpeado. Ah,
bueno y entonces ¿ellos, la justicia para qué están? ¿Para eso?,
¿para decirnos que podía habernos ido mucho peor? Luego me pasaron
con el ministerio público. Un licenciado que se llama José López
Varela. Éste escribió el acta de denuncia con exactamente 60,
sesenta faltas de ortografía, redacción, concordancia o simples
errores de dedo. Él también escribió, faltaba más, “Playera
color roja”.
Entre otras de las
lindezas del acta está la de que “ME COMPROMETO A PRESENTAR LA
DOCUMENTACIÓN PARA ACREDITAR LA CAPACIDAD ECONOMICA (sic) DE LO
ROBADO”, así, todo en mayúsculas y con la redacción coja. Es
decir, salvando la fallida redacción, la justicia considera que soy
mentiroso y/o defraudador. Que incluso quizá ni siquiera me hayan
robado o bien me robaron menos, o mucho menos del dinero que digo.
Así, el viejo
ratero negro me robó dinero y la justicia me robó más de dos horas
de mi tiempo para decirme que no me creen, que tengo que comprobar
que sí puedo traer una cantidad de billetes como la que declaré que
me robaron. Me pareció que esa es una ley que tiene muy poca madre.
Y también adolece de la presunción de inocencia, pues a priori
está considerando mentiroso y defraudador a
la víctima o bien que el
dañado compruebe lo
contrario: que no es
mentiroso ni defraudador.
Cree el león que todos son
de su condición. Qué poca
madre…
Luego
le pregunté al licenciado MP que qué pasaba si encuentro al
diminuto viejo ladrón y le digo a un policía del metro, agarre a
este señor porque me robó tal cantidad de dinero. Me dijo que no,
que ya no es posible.
Sólo pueden ser detenidos en flagrancia. En
otras palabras, la policía está para hacerse pendeja y el que se
chingó se chingó. La justicia no puede ni quiere reparar al
perjudicado y, más todavía, la justicia juzga a
priori como mentiroso
al que fue víctima.
Y
luego quieren que asista una vez más a ratificar mi denuncia.
También que vaya a otra oficina a describir al maleante para que
hagan el retrato hablado. ¿Creen que voy a perder más tiempo para
que ellos no resuelvan nada? Dice
el refrán que no hay que echarle dinero bueno al malo. Igual, no hay
que invertir más tiempo del
ya perdido en algo que no
dará buen resultado.
¿Suponen que yo tengo alguna esperanza de recuperar mi dinero? Pues
no, ya sé que la policía no sirve para eso y casi para nada.
¿Para qué sí sirven
estos “servidores públicos” que viven del dinero que el
gobierno nos
extrae como impuestos? Siempre
han servido para extorsionar inocentes.
¿No saben que yo sé que cuando recuperan lo robado se lo quedan
ellos y esos bienes jamás vuelven a manos de la víctima? Sé
que son rateros de rateros y aparte son rateros.
¿Piensan que yo no sé que la policía es brutalmente corrupta y
que con frecuencia está coludida con los ladrones?
Pero no sólo la policía, hasta el último funcionario de la más
alta jerarquía del poder judicial ha incurrido en actos de
corrupción.
Ya
ni llorar es bueno.
El
viejo ratero es un paria, un olvidado del destino. Un hombre que en
toda su vida no ha recibido ni siquiera lo mínimo para ser una
persona normal. Infiero ―con
la posibilidad de que esté en un error―
que ese hombre mide un metro con cincuenta centímetros porque sufrió
de
desnutrición grave
en su
infancia y por
eso
no alcanzó a crecer hasta donde debía. Que perdió la vista hasta
la ceguera o al menos la debilidad visual aguda
por enfermedad porque no parecía ser ciego de nacimiento. Que vive
en medio de una pobreza
aplastante
en algún barrio bajo de
la periferia.
Que fuma mariguana (porque
sólo alguien que fuma mariguana tiene tanta imaginación como para
atreverse a robar como él lo hace: se simula un cieguito que canta
en el metro para que nadie desconfíe de él y en realidad es un
astuto metemano); que
se droga de alguna otra manera mucho más dañina, porque
sin duda, a veces no tiene suficiente dinero para comprar mariguana,
quizá inhale algún solvente que es mucho más barato que la
canabis.
Que
a veces no tiene dinero ni siquiera para comer y que no sabe, ni
puede, hacer otra cosa para ganarse algo de dinero, que robar. Tantas
desgracias en un sólo ser humano me consuelan un poco. Porque
mi dinero servirá para que ese pobre hombre viva unos días con la
inmensa felicidad del que es tan pobre que el sólo hecho de tener
que comer y medio
kilo de mota para muchos días le harán menos dura su existencia.
Aunque
sea
sólo por unos días.
60 faltas gramaticales. Un récord |
Lo
que me molesta mucho es que los policías y los “licenciados” del
ministerio público sean tan baquetones, ineptos, desobligados y
pendejos. ¿Cómo les voy a creer si elaboran un acta con 60 faltas
de redacción? Es decir, como si
lo hubiera hecho
un mal
estudiante de
secundaria.
Es
muy triste lo que pasa en México. La nuestra es una sociedad que ya
se descompuso. Y no es por echarle la culpa de todo al gobierno, pero
nadie puede negar que es un sistema altamente corrupto y corruptor.
Apenas se difundió por las redes sociales la declaración de un
delincuente confeso llamado Mario Tzintzun quien dijo que “El PRI
haría todo lo que
fuera
necesario para ganar las elecciones. Desde pegar un botón hasta
matar un cabrón”. Además
se autonombró mapache, aunque ahora se hacen llamar operadores
políticos. Ese cinismo, esa inocente actitud criminal, esa
prepotencia estúpida, esa corrupción intrínseca es lo que carcome
al cuerpo de la nación, es lo que ha terminado por pudrir por
completo al sistema.
Creo
que el sistema, el gobierno, los
tres poderes de la Unión,
me ha robado mucho más durante mucho más tiempo. Esos policías que
no sirven para nada y esos ministerios públicos que supuestamente
fueron a la universidad y no saben escribir, me siguen robando.
Porque no hacen su trabajo ni de lejos bien y lo poco que hacen lo
hacen mal. Con
sus gloriosas salvedades, los diputados, los senadores, los
secretarios de estado, los presidentes ―con
la sola excepción
de uno, mi general Cárdenas―,
nos
han robado de manera permanente.
Es
el momento de cambiar el sistema, acabar con la corrupción,
desterrar el cinismo, combatir la prepotencia, eliminar la ineptitud
de los que se dicen servidores públicos y para lo único que sirven
es para cobrar del dinero que nos quitan. El país se nos cae a
pedazos.
No
debe haber en México un pobre ratero ciego y tan desamparado que
tiene que robar en el metro sin
que el gobierno haga algo por él.
Tenemos
que recuperar nuestro orgullo de mexicanos. Muy pocos países del
mundo pueden jactarse de ser descendientes de 30 siglos de arte y
cultura. Casi no hay nación en el mundo con raíces históricas tan
profundas y tradiciones de orden filosófico-religioso de
tanta trascendencia. No hay un solo país en el mundo que haya
resistido por más de dos siglos la vecindad inmediata con el imperio
que mayor capacidad destructiva ha acumulado en la historia de la
humanidad.
Y
la
posibilidad de cambiar el sistema está a tres meses. Hay elecciones
el 1 de julio. Los que roban desde el aparato público tienen que ser
expulsados del poder. México ya no es el mismo. La única opción
para que el cambio se inicie es ya sabes quien.
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