No es
que invite al latrocinio
Pterocles Arenarius
¿Quién que es no
ha robado libros?
Con tristeza sé que
son pocos, abundan los que no han robado libros. La gente que no lee,
la gran mayoría de las personas que habitan mi país no lee. Si se
me permite exagerar, capaz que es un 80 por ciento de los 120
millones de mexicanos que no leen de manera habitual. Entre ellos
inclúyase al pobre hombre que dice gobernar a México.
Pero entre la gente
que lee, ésos que provocan que aumente el promedio de libros leídos
por habitante al año en México, los que se leen entre 60 a 100
libros por año, mientras la gran mayoría no lee ni uno y un grupo
mediano lee dos o tres por año. Bien, ésos, los grandes lectores,
siempre han robado libros. Me consta.
Sé de un buen
escritor ―tanto
que permanece célebremente desconocido―
que ha vivido de ser guionista de televisión, de enseñar
literatura, de hacer corrección de estilo y hasta de galeras. Pero
no menos ha sido desempleado.
Pues
ese sujeto me confesó, al calor de tres o cuatro cubas libres, que
un par de librerías
del sur de la ciudad habían
colaborado intensa y extensamente para su formación ―más o menos
vasta aunque no tan
profunda― tanto
literaria como de cultura general.
Y
me dijo, ya entrando en el territorio de la confesión, que había
estado más de quince años sin comprarse un pantalón, que no había
comprado zapatos en cierta época que se alargó por unos diez años
―este escritor contaba con múltiples familiares que le regalaban
vestimenta y calzado―, que por las temporadas más duras había
llegado a estar sin comer dos o tres días. Pues el inocente no tenía
dinero para comprar comida. En algún momento tuvo que acudir al
almacén antes llamado Aurrerá, hoy Walmart, a alimentarse de los
productos ―quesos, embutidos, golosinas, etc.― que suelen
ofrecerse
al público como prueba
para que se anime a comprarlos. Pero que nunca, en los últimos
treinta y cinco años había estado sin leer, en ocasiones desafiando
incluso
la más negra pobreza.
Porque,
me dijo, los últimos 35 años de su vida había estado leyendo a un
ritmo promedio de 3.5 libros por semana. Demasiados. (Echándole
lápiz surge la friolera de ¡6,370 libros!).
Pero él dice que ese
promedio es conservador, es decir, posiblemente haya leído más. ¿Y
cómo le hizo si a veces no tenía dinero ni para comer? Porque
para leer tanto hay que tener libros. Y para tener libros hay que
tener dinero. Y los desempleados no tienen dinero. ¿Entonces, cómo?
Robando.
Bibliocleptomanía, deporte poco practicado en México |
Este cínico saqueó
las librerías mencionadas durante unos quince años. Nunca lo
atraparon. Me contó: “Dejé de robar porque una vez, mientras
estábamos en una fiesta ahí en el sur de la ciudad, un amigo mío,
ya más allá de lo convenientemente ebrio, me dijo que iba a la
librería de en frente, porque había conocido a una chica muy linda
y muy interesante y pensaba regalarle el I Ching
de Richard Wilhelm con prólogo de Jung, en la lujosa edición que
hizo la editorial Paidós. Se lo iba a robar.
“Nos
quedamos en la fiesta y, luego de unas cuatro horas, ya ebrios,
preguntamos ¿y
El Conejo? Pues se fue a robar el I Ching. ¿Y no ha regresado? Quién
sabe, aquí no está. Y fuimos a preguntar por él.
“Los
policías de la librería nos dijeron que sí, lo habían atrapado.
Era un güerito de pelo largo y barbitas, ¿no?, pues sí, lo
agarramos, pero ya se fue.
“Después de otro
rato encontramos al Conejo. Nos contó que lo sorprendieron, lo
detuvieron, lo encerraron en un cuarto que tenían para tales casos.
Lo golpearon. Lo insultaron. Lo zangolotearon jalándolo de su gran
melena. Lo tuvieron unas tres horas maltratándolo, abofeteándolo y
burlándose de él. En fin, un secuestro con tortura, malos tratos
denigrantes e indignos. Precisamente como recomienda la ONU que no se
debe hacer ni siquiera con los prisioneros de guerra. Además le
quitaron su cartera y le robaron el dinero que costaba el libro pues
no le dieron el famoso I Ching y así se lo advirtieron. Muy
generosos, los policías, le dijeron que ellos no eran rateros, que
sólo le quitarían el dinero que costaba el libro y le dejarían el
resto de lo que traía. Además le indicaron que les diera las
gracias porque no lo remitían al reclusorio por ratero.
“Policías
prototipo. Ni hablar.
“Desde entonces ya
no robo libros. Un día voy a caer y no quiero sufrir semejantes
humillaciones”. Además, yo soy muy histérico en especial con la
policía y si me llegaran a atrapar la cosa iría muy lejos y muy mal
para mí” dijo.
La lectura |
En este caso, un
joven brasileño fue capturado luego de que se robara libros, pues
sí, un día iba a ocurrir. La policía dijo de él que “sin duda
tenía una afección sicológica”, incapacitados para entender a
alguien que ama la lectura.
https://elpais.com/internacional/2017/07/24/mundo_global/1500932775_590476.html?id_externo_rsoc=FB_CM
Los gobiernos de los
países pobres deberían poner los libros al alcance de la gente en
general. Los que hayan adquirido el hábito de leer deben tener
libros como un derecho humano. Recuerdo que Paco Ignacio Taibo II,
cuando fue secretario de cultura del DF, regalaba miles de libros en
el Zócalo y también en las estaciones del metro (en este caso, se
supone que la gente debía tomar los libros, leerlos y luego
devolverlos. Sé que le advirtieron a Taibo que no los iban a
regresar y que él dijo “¡No importa, que se los lleven, con tal
de que los lean!”). Hoy, el gobierno, en vez de regalar libros los
pide. En el metro hay anuncios que solicitan que uno done los libros
que ha leído. Pendejos.
Los gobiernos, como
el de México, jamás pondrán los libros en manos del pueblo, porque
los libros provocan a la consciencia; fortalecen y desarrollan la
inteligencia; dan ideas a la gente, soliviantan la libertad y
estimulan la imaginación. Los pinches gobiernos como el de hoy en
México le tienen terror a un pueblo consciente, por eso se alían
con insaciables negociantes de la televisión para que produzcan sólo
programas basura; su miedo los lleva a debilitar lo más que
pudieran, la inteligencia de los mexicanos, lo peor que les puede
pasar es que el pueblo tenga ideas y que conozca el significado de la
palabra libertad.
Un pueblo que lee es
un pueblo libre, imposible para ser manipulado por politiquillos
rateros y criminales como ocurre en este momento en nuestro país. Un
pueblo con un promedio alto de cultura no permitiría que lo
gobernara un individuo ladrón que además es analfabeta funcional y
que está rodeado de una caterva de amigos de lo ajeno y con
inclinaciones hacia el asesinato.
Un escritor, quizá el más grande del siglo XX |
Los brasileños de
Itápolis entendieron la circunstancia y ahora llevan libros a la
casa del muchacho que los robaba para leer.
Leer, aunque es un
placer lánguido, es una forma de la felicidad. Lo dijo Borges.
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