Agustín Ramos
De las manifestaciones al manifiesto
Agustín Ramos Blancas, novelista. |
EN “EL NOPAL GENEALÓGICO de
Tepito”, Alfonso Hernández Hernández afirma que “el barrio es un espacio
estructurado funcionalmente para aprender ética y estética, para procesar el
progreso con la misma lentitud con la que el pasado se deshace”. Ya mencioné, a propósito de ello, “Ese conecte”. Ahora
reproduzco parte de ese cuento:
…chale, no es pa tanto; si andas
en el palpe de una labia más acá, no hay por qué clavarse tan gruesote…, porque
además el verbo del ratón es muy oscuro. Ese bato nomás gira su caliche entre
sus vales, acá quemando o en la trova, tons ps es muy negro. Te despepito este
toquín pero es leve… No hay cuete, mira, con que llegues: –¿Qué mené, mi
padrino?, va un vidrio, ¿le pasa?
La destinataria de este rollo es
una estudiante de lingüística, el protagonista es el lenguaje y el narrador es
un dispositivo. Con eso basta para un cuento contemporáneo técnicamente
impecable y hasta con incontrovertible justificación interna, siempre que el
autor tenga lectores y domine a plenitud sus recursos para expresar viejos
conflictos en formas nuevas.
Hay quienes ven en esta oscuridad
indicios delincuenciales y manifestaciones de odio y rechazo radical, porque el
desciframiento del “léxico argótico” –ya no digamos su apreciación– requiere de
buena voluntad –no “buena” de bondad sino “buena” en calidad– para detectar
algo muy mal visto en estos tiempos: la lucha de clases.
¡Peor tantito si esa voluntad es
la de convertirse en literatura!
Jorge Aguilar Mora decía, a
propósito de la aparición del EZLN, que “no sólo hay lucha de clases (…),
también hay lucha étnica, lucha de regiones, lucha de poderes, lucha de
culturas, lucha nacionalista. La ciudad de México, por su parte, agrega a esa
fragmentación muchos otros conflictos.”
Una técnica aún más alarmante que
la de “Ese conecte” sale a orearse en “Dos miradas/ Sangre nueva”, donde el
informe del puntilloso agente de la PGR Ananías Peláez se entreteje con el
diario de un escritor lleno de dudas existenciales e irónicamente distante.
Así, ambos puntos de vista contrapuestos enfocan un mismo congreso de
escritores abundante de relaciones públicas y escaso de literatura, donde una
provocación deriva en gresca. Sobre ésta, el agente Ananías informa:
insidente; grabe ha las 6 de la
tarde en punto pasadas aprotsimadamente 34 minutos se pre sentaron de pie dos
sujetos zos pechosos de cer rateros y far farmasi fármaco o seaze bisiosos
droga diptos por: el pelo largo y de barbas y; la ropa con la compañía de una
zeñorita zos pechoza de prostituzion por notarsele no traer la ropa que uza la
mujer en; los pechos los indibidos y la zeñorita declararonse ser: congresistas
del congr. Al eccijir su gafete ecsplicaron: no avercelos mandado el congreso
por lo cual: esta Bigilansia desidio; que nomás pasaba la zeñorita y no: los
sujetos… pero, de repente y con apollo de cerian 30 indibidos se metieron todos
porla juerza y dando: portaso por evitarlo bijilansi de tubo a muchos ciendo:
golpiados bairos y uno de los zos pechosos de al prinsipio resivio un macanazo…
se de tubo a 8 dellos que se zoltaron a orden es del Ceñor Cecretario de
culturas punto.”
El escritor (d)escribe: “Parecían
comandados por una muchacha de acaso veinte años… Vestía pantalón vaquero de
mezclilla luida; chaleco blanco bordado… Lo perturbador era la belleza que se
insinuaba, se traslucía gracias a la ausencia de cualquier prenda, bajo la
camiseta… Entonces empezó lo emocionante. Como para celebrar la intervención
del Liceo Cínico se desató el caos. La audiencia de intelectuales huyó
despavorida. Gente del público peleaba contra policías. Habían entrado los
bárbaros y tras ellos los servicios de “inteligencia” del poder a expulsarlos…
El secretario de cultura… contuvo a los vigilantes…”
Brindis por Fiestas. Salud. |
El informante de la PGR informa y
el escritor escribe; es decir, la ficción funda en sí misma su pertinencia y,
mediante dos miradas, elabora una verdad tan ilusoria como convincente según la
cual la sangre nueva no radica necesaria ni exclusivamente en los herederos
ilustrados en edad de merecer becas y premios sino, además –y quizá más– en
“bárbaros asintácticos” como Ananías Peláez, quien reaparece páginas adelante
convertido en poeta y, ya como crítico, en la cuarta de forros del libro
Fiestas (de Pterocles Arenarius, sí).
Con epígrafe de Tolstoi
(“Preferiría ser bárbaro”), el ruido de fondo toma forma de manifiesto
literario.
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