viernes, 31 de mayo de 2013

Demoníaca de Pterocles Arenarius


Demoníaca

 
Adrián Román
 

Historia de una maldita perra
Si toda obra es autobiográfica como dice uno de los personajes de Demoníaca, me pregunto ¿Quién es el autor? ¿Cuál de sus torcidos personajes? Por más que me esfuerzo no puedo ver en mi amigo Chucho o Pterocles Arenarius, al hombre culto e inocente que se lanza al abismo del amor para capturar a Sonia. Menos puedo imaginarme a Pterocles vestido de mujer bailando en un antro exclusivo en donde las perversiones más bajas son realizables o en el confesionario dándole caricias a un monarca de la iglesia católica. Pero entonces, ¿cómo se puede saber cómo sienten, piensan y actúan dos personajes parados en polos tan opuestos?
"Era una hembra deslumbrante (...) de las que nos hacen pensar que jamás veremos una mujer tan hermosa..."

Vamos por partes. Desde el inicio de la novela se le plantea al lector el acertijo de la sexualidad de un personaje entre divino y diabólico. Escuchemos una parte de la confesión de Federico, un maestro de literatura en un colegio católico y miembro de El Yunque: “Yo no sé si he estado ante Satanás o un ángel. O quizá, me he atrevido, contra mi fe, contra mí mismo, a pensar que en ese ser (puesto que ni siquiera sé —con rigor de ciencia cierta— cuál es su sexo) se conjuntan ambos, ángel y diablo, hombre y mujer, suprema perversión y candor de infante”.

Esa cosa que perturba a Federico es sobrina del Cardenal Primado de México. O eso le dicen, la verdad es que nunca logra saber nada. En el mundo de Federico todo son insinuaciones, recuerdos vagos, aproximaciones, no hay certezas y eso le otorga, como personaje literario, un encanto sublime. Pues transita entre certezas ajenas y creencias personales. Sonia o eso que se hace llamar Sonia, escribe una novela y se acerca como cualquier casto escritor novel a los ojos expertos de profesor de literatura y autor de novelas de superación moral. Federico descubrirá, por los relatos de su amado-amada el perverso mundo que esconde la iglesia en la que él cree ciegamente. Los relatos de Sonia son explícitos, narran con lujo de detalle sus encuentros sexuales con los altos mandos católicos. Estos encuentros generalmente son tiros intensos donde la perversión es reinventada por una parte de dios y otra del diablo. Federico sufre, ¿cómo es posible que un ángel tan divino escriba semejantes barbaridades? ¿Cómo una mujercita tan bella y delicada, puede imaginarse que tiene pito y además que se lo puede meter al máximo jerarca de los católicos mexicanos por todos los orificios posibles? ¿Será cierto todo lo que dice Sonia en sus escritos? Si es así nadie debe de enterarse. El corazón de Federico se divide entre su religión y la calentura que produce el amor.
Adrián Román, poeta


Quien se enfrente a Demoníaca, se enfrentará a una novela que va y viene por distintos ámbitos y siempre mantiene la tensión, la expectativa. Usa dos voces, la de Federico y la del libro que escribe Sonia. Además de usar el recurso de los correos electrónicos de una forma simpática, sarcástica, pues el correo de Federico es: daniel.federico@elyunque.org; y el de Sonia; hembrahombre@hotmail.com. Uno de los recursos que más me gustaron fue ése en donde Federico finalmente va a descubrir el sexo de Sonia. Él entra a un cuarto en donde se celebra una orgía y cuando está a punto de ver lo que habita en el pubis de “eso”, la luz se apaga. Un recurso de tintes cinematográficos que sólo deja ver el buen pulso de la mano de Pterocles.
Por su parte, Sonia, a través de sus escritos nos va confesando su tortuosa niñez. El hartazgo que le produce su padre la obliga a salir a la calle y ponerse en manos de Esmeralda, su mentor, el alquimista que hará que el mundo ignore que Sonia nació con pene. El rito iniciático consiste en meterla a trabajar como dependienta en una zapatería, diez horas diarias, hasta que con disciplina se llega a convencer y convence al mundo y a los tres novios que llegó a tener, que ella es una delicada mujercita virgen.
Sonia proporciona sexo intensivo y de alta calidad para los clérigos

Por los intrincados caminos que entrelaza de forma magistral Pterocles, supongo que no es ninguno de los personajes, que es ambos y que la forma en que conoces sus emociones es porque Pterocles posee el mayor conocimiento al que puede aspirar escritor alguno, conoce el corazón del hombre, esa máquina perversa e inocente que no deja de sorprendernos. Celebro esta novela y espero que la pluma de Pterocles todavía tenga mucha tinta. Salud.

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