Y un festival en Granada. Estoy en Granada. Termino de dar un largo seminario para gestores culturales hispanoamericanos. Ha funcionado; me piden que me quede para continuar. No puedo. Regresaré para otro. A la salida veo el Festival de Música y Danza de la ciudad. Vendré en junio, época del festival. Miraré si coincido con alguna propuesta interesante. En la portada, un muchacho con jeans rojizos y el torso desnudo, salta. Tiene fuerza.
En el avión me lo miro. Me gusta. Finalmente, leo el texto del director. Un poco largo. Con letra demasiado pequeña. Y un inicio abarrocado. Pero pronto salta el interés. El arte, en sus más diversas manifestaciones, desde las más arcaicas a las más modernas, ha tratado de dar múltiples soluciones a nuestras principales incógnitas sobre realidades como el amor, los vinculos que nos unen a lo sagrado, nuestras formas de convivencia o las emociones que más profundamente nos conmueven. Seguimos en este proceso que es incesante, y gracias a él avanzamos, decubrimos, contrastamos, crecemos. Me puede. Aquí hay algo más que un puzzle de conciertos y actuaciones programadas desde la oferta de agencias para la contratación. Aquí hay pensamiento, sentido. Éste es un festival excepcional. Que aporta valor.
No me equivoco. La programación que proponemos para este año quiere hacer patente esta realidad: se han elegido algunas de las obras más representativas que responden a estas preguntas de muy diverso modo. Así, acerca del fanatismo, la búsqueda de lo sagrado, el espacio y el uso del poder, el papel del amor, la capacidad de asumir la libertad de expresión, las múltiples vivencias de la condición humana, las hallamos en las ardientes palabras de Juana de Arco en la hoguera; las visiones mesiánicas de Iván el Terrible; la eterna búsqueda del yo en La condenación de Fausto; los rostros del amor y de la sensualidad en Daphnis et Clóe, Acis, Galatea e Polifemo, Romeo y Julieta, Carmen o Por vos muero; las experiencias de una vida en Writings on Water: el mundo que dejamos a otros, Carmen o Por voz muero; las experiencias de una vida en Qritings on the water; El mundo que dejamos a otros en The Shadows of the Time; la memoria recobrada en Invitación a un viaje sonoro; la variedad cultural y la unidad del ser humano en los recitales de Hari Prasad Chaurasia y Saïd Scharaibi, las ironías de la vida, el humor y los juegos en que participamos, Walking Mad. Y otras muchas obras que, en el espíritu de las citadas, componen esta edición... Bravo. Aquí hay un directivo, un gestor, que sabe. Que programa con sentido. Tal vez las propuestas son demsiadas. Y le falta, bajo el título de marca de Festival de Música y Danza de Granada, indicar con contundencia un subtítulo -que es realmente el título-: Las incógnitas que nos preocupan. Iré. Me coincide con la estancia. El marco es inmejorable: la Alhambra. espero que la luna sea mora: afilada. Un festival, éste, que se afianza. Y no por el turismo: los ciudadanos de Granada lo llenan. Lo sienten suyo. Porque les habla. Les invita. Les sugiere. No es sólo un desfiles de famosos. Hay más. Hay apuesta para descifrar incógnitas. Hay diálogo para sentirlas. Bajo la noche. En el silencio resonante de los patios, los claustros, los jardínes y las plazas. Un año más. Las respuestas las traza, después, cada uno al amanecer. Las traza y las ensaya en la cotidianeidad. En las calles, en las casas, en las plazas, en los jardínes de la intimidad y las relaciones: La música de las incógnitas la transformamos en música d ela vida sentida y sonora: vida en pentagrama de cultura cotidiana.
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