miércoles, 8 de abril de 2009

Diálogos sobre política cultural

El Ignoto. Dime, ranae, ¿habemus política cultural en Guanajuato?
Ranaculta. Hablar de políticas culturales no es asunto añejo, mi caro amigo. Recuerda, recordemos, que la creación del primer ministerio de cultura en el mundo sucedió en Francia, en 1959, con el Ministerio de Asuntos Culturales.
El Ignoto. Entonces, ¿podemos, deducir que antes de que existiera el concepto mismo de institucionalización de las políticas culturales, ya concurrían los términos gobernabilidad, poder y bien común en relación con las artes y la cultura?
Ranaculta. Sí. Ciertamente podemos llegar a esa conclusión. México, indudablemente, no es la excepción: es apenas en 1910 cuando se crea la Secretaría de Instrucción Pública de Justo Sierra, la de Educación Pública de José Vasconcelos, en 1922; el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en el año de 1939; el Instituto Nacional de Bellas Artes, en 1946; la Subsecretaría de Cultura de Jaime Torres Bodet, en 1965, y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 1988.
El Ignoto. En este lugar montañoso de ranas, la historia, me imagino, es igual de reciente.
Ranaculta. Absolutamente. No obstante esta historia incipiente, es curioso escuchar entre las personas del medio cómo se refieren al concepto de política cultural sin tener plena conciencia de lo que implica la suma de acciones relacionadas con la construcción de universos simbólicos, y su impacto en el contexto social.
El Ignoto. Pero, ¿cómo, pues, ven estos infelices la vida cultural?

Ranaculta. He aquí que prevalece entre los funcionarios, burócratas o aquellos que de alguna manera dicen dedicarse a “dinamizar” la cultura, la equívoca idea de pensar que la política cultural tiene que ver de manera exclusiva con aquellas instituciones gubernamentales responsables en atender esta problemática social, cuando, sabemos, mi ilustre desconocido, que toda política cultural que se precie de ser, es un esfuerzo de articulación entre aquellos que integran el campo cultural.
El Ignoto. ¿Quiénes son éstos cuyo sentimiento y ánimo se distingue el amor por el patrimonio?
Ranaculta. Bien sea el sector público y privado, el sector artístico y también el de la ciencia y la tecnología; el que conforma los grupos mayoritarios y las comunidades pequeñas y marginadas; así como el de los sectores productivos y los que trabajan a favor de la preservación del medio ambiente o la equidad de género, por mencionar sólo algunos ejemplos de activismo social.
El Ignoto. Estoy confundido. ¿No es acaso la cultura un tema para iniciados y sus discípulos, y no son estos elegidos por los dioses quienes deberían adjudicarse –como lo hacen- la facultad de permitir o no que nosotros, los profanos, nos acerquemos al sentido de nuestra propia vida cultural, vedando con ello la posibilidad de apropiarnos de nuestras acciones?
Ranaculta. Al contrario, la política cultural es un asunto por demás serio como para dejarlo al arbitrio exclusivo del gobierno. Y si sólo algunos de buena voluntad y conocimiento son los que siempre están presentes, no son pocos en verdad.
El Ignoto. Haznos, pues, el favor de explicarnos cómo cuando mejor se ha comprendido la importancia de la cultura como parte fundamental del desarrollo social, pocos saben lo que significa esa idea de responsabilidad política, jurídica y administrativa de los poderes públicos en el campo de las artes, la cultura y la creación.
Ranaculta. Bien pensado, mi siempre ignorado amigo, porque tal parece que en la actualidad no hay mejor política cultural que la que permite vivir del presupuesto.
(Continuará).

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