Lecturas 2025
27. Testimonio de claustro (Sor Juana Inés de la Cruz ante la crítica), selección, prólogo y fichas de autor, Lourdes Franco (Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM). Portada Vicente Rojo Cama. Fotografía Baltazar Leonelli y Walter Strecke. Revisión Ramón Martínez y Patricia Galván. Asociación Nacional de Libreros, AC. Primera edición 1995. Secretaría de Educación Pública, Cámara Nacional de la Industria Editorial, Asociación Nacional del Libro AC. Trabajos sobre Sor Juana de Diego Calleja, Juan José de Eguiara y Eguren, Amado Nervo, Ezequiel A. Chávez, Ermilo Abreu Gómez, Ludwig Pfändl, Alfonso Méndez Plancarte, Julio Jiménez Rueda, Alfonso Junco, Sergio Fernández, Marie-Cecile Bénassy-Berling, Octavio Paz. 152 pp. 27 de julio de 2025, 10:20. Casita. Es un librito valioso porque acumula opiniones sobre Sor Juanita desde gente que fue su contemporánea y otros posteriores hasta llegar a Octavio Paz.
Es triste
comprobar que hay varias opiniones negativas acerca de la gran poeta nacional
que fue Sor Juana. Quizá la peor sea la de Ludwig Pfändl que se atreve casi a llamarla
lesbiana y que dice que por su condición masculina rehuyó al matrimonio antes
que cualquier otro papel femenino y prefirió hacerse monja para alejarse de los
hombres (lo cual implica que desearía aproximarse a las mujeres, las otras
monjas. Una vileza del sujeto); luego dice que se decantó por su propia muerte
como una castración simbólica antes que renunciar a su masculinidad; en
realidad, este tipo, trae un aparato de análisis trasnochado, completamente freudiano,
anacrónico en el peor sentido de la expresión. Deja la impresión de que se
trata de una sarta de disparates sin duda propios del peor machismo radical. También
está la reseña de Alfonso Junco un católico mierdero que llega al extremo de
justificar la muerte de Son Juana, incluso sostiene que se fue de este mundo en
santidad y cuando habla de toda la situación previa a la muerte de Sor Juana
oculta que la jerarquía católica la presionó, le canceló lo que ellos llamaban “auxilios
espirituales”, la obligaron a que vendiera sus libros y sus instrumentos
astronómicos y, si no dejaron en documentos la prohibición que le impusieron
para que dejara de escribir, sí le exigieron por escrito que dedicara más sus
talentos y su literatura a lo divino y dejara de tratar los temas mundanos. Caterva
de malparidos. Bueno, la iglesia ha estado en contra de todo lo bueno que ha
hecho el pueblo mexicano: estuvieron contra la independencia, en favor del
imperio del traidor Iturbide, contra la Reforma de Juárez lucharon incluso con
las armas además de subsidiar económicamente la guerra, estuvieron en favor del
imperio de Maximiliano, se reconciliaron con Porfirio Díaz cuando vieron que se
convirtió en tirano y luego se pronunciaron contra Villa, Zapata y por supuesto
los Flores Magón.Portada de publicación (fragmento)
Al final del libro el gran poeta y deslumbrante ensayista pero miserable político y feroz cacique de las letras mexicanas, además de premio nóbel de literatura, Octavio Paz, llega casi hasta el mismo justificante cuando sostiene que fue la historia (¡así, en abstracto!) la que condujo a Juana Inés a morir, porque la circunstancia del momento histórico era muy difícil en la Nueva España. Habla de la gran rebelión de indios de 1692, en que la plebe incendió el Palacio Nacional y Paz sostiene que el intelectual calla, el poeta se abstiene y el historiador pospone o algo así; entonces la poeta tenía que guardar silencio para siempre. Y, por otra parte, la más elogiosa reseña es la que hace la única mujer incluida, Marie-Cecile Benassy-Berling. Los demás hacen alabanzas regulares, Amado Nervo anota que las monjas jerónimas vivían en circunstancias de privilegio e incluso de placeres. Lo cierto es que Sor Juana, primero una niña prodigio (como a la estatura de Mozart, digamos. Existe la anécdota de que ella escribía sonetos a los nueve años y de pronto se dio cuenta, con gran extrañeza de que nadie podía hacer eso, ni niños ni adultos); Sor Juana era una genio (por cierto encontré una nota en la que se dice que sostuvo correspondencia con Isaac Newton (¡!), es lo primero que leo sobre eso, pero hay que verificarlo y sería de plano maravilloso), Juana Inés se encontró en la corte del virrey Antonio Sebastián Álvarez de Toledo y Salazar, II Marqués de Mancera. Siendo muy joven, apenas a sus 15 años y debido a su fama, la examinó un grupo de eruditos de la corte del virrey y del gobierno. Ellos quedaron asombrados de la inmensa cantidad de conocimientos y la lúcida inteligencia de la adolescente. Me llama la atención que ninguno de los ensayistas de este libro anota que Sor Juana es la patrona de la literatura mexicana en español, que es la pionera y fundadora de nuestra literatura, pero además coloca al arte literario de México en un lugar de honor ni más ni menos que en el Siglo de Oro español, junto a Cervantes, Quevedo, Góngora, Lope y Gracián. Por último no resisto anotar uno de los motivos de mi veneración por la monja Jerónima.
Vista en sueños (Primero sueño)
(Entre
paréntesis, cuando enseñaba español a gringos uno de ellos, David Richards, a
quien mi hijo debe su nombre, David, me dijo muy desconcertado y casi ofendido,
que en unas clases que le habían dado antes lo habían puesto a leer versos de
una monja. Sólo después de meses el pregunté quién era la monja y no recordó el
nombre, pero le enseñé los versos de Sor Juana y dijo que ella era. “Hermano,
estabas leyendo a la madre de la literatura mexicana en español!”, le dije). Una
vez soñé que caminaba por un lugar boscoso, desolado de gente y yo andaba
perdido. Llegaba a una cueva y me decidía a guarecerme de la noche ahí. Pero me
daba cuenta de que era muy profunda, además de grande. Me internaba en la cueva
y, a lo lejos, en la profundidad de la cueva veía una pequeña luz. Entre todas
las dificultades y con miedo y desconcierto me dirigía hacia esa luz hasta que
llegué a ella. Había una especie de gran claro más alto que todo el resto de la
cueva, estaba muy iluminado con antorchas y en una de las paredes estaba el
cuadro de gran formato (que le pintó Miguel Cabrera) que muestra a Sor Juana
Inés de la Cruz, de pie, con una pluma de ganso en su mano derecha y hojeando
un gran libro. Un gran estante de volúmenes a su derecha y una leyenda que
proporciona datos sobre ella escrita en esas letras que revolvían las d con las
e y otras letras. En el sueño yo sentía una gran veneración por esa mujer que
veía y me daba cuenta de que ese sueño era un aviso muy importante incluso para
mi vida. Eso lo soñé quizá hace unos treinta años si no es que más. Tan fuerte me
resultó el sueño de Sor Juana que la adopté como mi numen protector, mi musa
personal, digamos. Luego vi bien sus fechas de nacimiento y muerte (1651-1695).
Mi año de nacimiento es 1951 (una superstición, otra más) 1651 es el mismo
número que 1951 con sólo voltear el 6 de cabeza. Así que por un par de años, o
algo así, viví con la incertidumbre de que me podía morir en 1995. No mames.Rúbrica de nuestra madre literaria
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