Historia fresca
(Un par de victorias entre cien derrotas)Los años de la resistencia (Orígenes del obradorismo), René González. Editorial Oficio Editores, 2024
Dice la historia que cuando Napoleón invadió Egipto, al encontrarse pasando revista a su ejército, formado en el Valle de Gizeh, ante las majestuosas pirámides milenarias, el general dijo a sus huestes: “¡Soldados franceses, desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos de historia nos contemplan!”. Lo cual era un minúsculo homenaje de un militar que se aprestaba a dominar a la nación y, necesariamente, sojuzgar con las armas al pueblo de ese país. El llamado Gran Corso, porque nació en Córcega cuando era parte de Francia, homenajeaba así una cultura que él conocía bien y que, por cierto, gracias a uno de sus soldados, Jean-François Champollion, se descifró el lenguaje escrito de los antiquísimos egipcios que construyeran las aludidas pirámides que fueron una de las siete maravillas del mundo antiguo. Los españoles que vinieron a nuestro suelo no tuvieron semejante generosidad napoleónica aunque fuera falsa; ni siquiera los gobernantes de ese país la tienen en este momento. El presidente López Obrador sugirió al reyezuelo español que podría pedir una disculpa histórica por los monstruosos abusos de toda índole que cometieron sus antepasados contra nuestros ancestros. Y estos monarcas de opereta no sólo se negaron a lo que proponía nuestro presidente, sino que hasta se hicieron los ofendidos. Ignorantes, no como los franceses, no tenían idea, siguen sin tenerla, que al menos treinta siglos de historia los condenan. La derecha española país se mostró como suelen mostrarse cuando exhiben su ignorancia: soberbios, incultos, prepotentes y necios. Pero el homenaje español, aunque inconsciente, involuntario y hasta diríamos extraviado lo hubo. Cuenta Elena Poniatowska en su libro sobre Octavio Paz que éste cita, palabras más, palabras menos que “El barón Alexander Von Humboldt, como todos sabemos vino a México a clasificar vegetales, animales, hacer geografía y sociología entre otros de los vastos conocimientos que acumulaba. Este alemán era un auténtico sabio. En su estadía en la entonces llamada Nueva España, se entrevistó con el virrey del momento, que si no mal recuerdo, era Vicente de Güemes Pacheco, Conde de Revillagigedo. Humboldt refirió al virrey que había leído en un libro —este hombre había leído prácticamente todo— que los españoles que, en alianza con los enemigos locales del imperio azteca, habían sometido la ciudad de Tenochtitlan, cuando estaban dedicados a la destrucción del arte, las esculturas, los dioses de nuestra cultura originaria, llegaron hasta un monolito quizá de dos y medio o tres metros de altura y más de un metro y medio de grosor que, según ellos, era un monumento a Satanás y, espantados, no se habían atrevido a destruirlo, por lo cual asistieron ante el capellán del pequeño ejército español invasor. El capellán los tranquilizó y aceptó ir a mirar semejante escultura. Cuando se encontró ante la obra de arte, no menos se vio impresionado y no pudo más que ordenar que hicieran un hoyo y la enterraran”. Lo que ellos sólo pudieron considerar una escultura del Diablo, no era otra que Coatlicue, la diosa madre de nuestra cultura original”.
La Cuarta Transformación avanza arrolladora |
Así, la prodigiosa Coatlicue sobrevive gracias al terror que infundió a los fanáticos católicos que la vieron por primera vez, digamos, con ojos occidentales. Su terror es el gran homenaje que siempre negaron a las grandes culturas mesoamericanas. La Coatlicue, también adorada como Tonantzin y luego como Guadalupe sobrevive en el alma del México profundo, como el gran arquetipo mexicano. Sobra decir que esta escultura es una extraordinaria obra de arte que, por ello, ha perdurado por más de medio milenio hasta estos días.
En lo que los invasores europeos llamaron la Nueva España se institucionalizó un terrible sistema de castas: indio, zambo, negro, mulato, castizo, cambujo, saltapatrás, tentenelaire, albarazado, chino, jíbaro, etc. La jerarquía del racismo proclamaba que entre más sangre blanca tenías, eras de mejor linaje. En el fondo de lo inadmisible estaban los indios y todavía más abajo los negros. Los españoles institucionalizaron la desigualdad más monstruosa en aquello que llamaron la Nueva España. Cuando vino el barón de Humboldt, además de clasificar cientos o miles de especies vegetales y animales, también anotó que esta nación era una de las más ricas del mundo en recursos naturales, pero no menos era la más desigual que él hubiera visto en su vida.
En lo que los invasores europeos llamaron la Nueva España se institucionalizó un terrible sistema de castas: indio, zambo, negro, mulato, castizo, cambujo, saltapatrás, tentenelaire, albarazado, chino, jíbaro, etc. La jerarquía del racismo proclamaba que entre más sangre blanca tenías, eras de mejor linaje. En el fondo de lo inadmisible estaban los indios y todavía más abajo los negros. Los españoles institucionalizaron la desigualdad más monstruosa en aquello que llamaron la Nueva España. Cuando vino el barón de Humboldt, además de clasificar cientos o miles de especies vegetales y animales, también anotó que esta nación era una de las más ricas del mundo en recursos naturales, pero no menos era la más desigual que él hubiera visto en su vida.
Anotemos entre paréntesis, que la España imperial en cuyo territorio jamás se ocultaba el Sol, luego del gran saqueo que ejecutó en América, entró en una decadencia se siglos (hasta hoy no se ha recuperado) y los neoliberales europeos la incluyen en un grupo que ellos llamaron PIGS: Portugal, Ireland, Greece & Spain, provecho. Ya sabemos que esos pelaos se llevan pesado.
Zolla, Pterocles, René y Guerrero En el Capi Carmona de la Moctezuma |
Pero entonces, debido a tal desigualdad, ocurrió la Primera Transformación. Llamó a ella el cura Miguel Hidalgo. El pueblo acudió, sediento de justicia y luego de una larga lucha de más de once años se consumó la independencia de México. El país, ya independiente, no superó las condiciones reales a que lo había sometido el imperio español, para entonces en total decadencia que, acá entre nos, no ha sido superada 300 años después.
México era un inmenso país, pero estaba disperso, desintegrado en los hechos, sin consciencia de unidad, con distancias casi inalcanzables para ejercer un gobierno efectivo. Lo cual aprovechó el imperio de este país que no tiene nombre y se hace llamar Estados Unidos. Todos los países del mundo son estados unidos. Ellos dicen que son de norteamérica sin considerar también gran parte de los mexicanos lo somos igual que los canadienses. La dispersión y las inmensas distancias provocaron que México perdiera más de la mitad de su territorio en una guerra criminal por parte del imperio en ciernes. Entonces vino la Segunda Transformación, la Guerra de Reforma, para separar el poder eclesiástico del poder civil. Y, otra vez, el país se desangró, sin embargo, los liberales consiguieron su objetivo gracias a haber obtenido la victoria con las armas, pues no había de otra. Pero los conservadores, tatarabuelos de los de este momento, asistieron a buscar un príncipe rubio que gobernara a este país de indios analfabetas y consiguieron convencer a un iluso llamado Maximiliano. Pero, el más grande presidente que ha tenido México, Benito Juárez García, derrotó una vez más a los conservadores y expulsó a los que invadían a la nación e instauró la República Soberana. Luego, un militar que sirvió a la patria, Porfirio Díaz, mediante una asonada destituyó al presidente legal Lerdo de Tejada y se entronizó en el poder por más de treinta años. Así fue hasta que Francisco I. Madero levantó en armas a la nación para que se iniciase la Tercera Transformación. Los avances, con todo, no fueron pocos. Lo nocivo es que, aunque en la letra se consiguió la Constitución Política quizá más avanzada del mundo en lo social, en los hechos sólo se aplicó en el régimen del general Lázaro Cárdenas.
Dice nuestro presidente que gracias a la Revolución o Tercera Transformación, se fue don Porfirio, pero se quedó doña Porfiria, es decir, el régimen oligárquico, demagógico y altamente corrupto pero cuya peor faceta fue el neoliberalismo que se entronizó en el año de 1982, con el régimen de Miguel de la Madrid. Carlos Salinas de Gortari, un genio del crimen y el robo consolidó el estado neoliberal de saqueo de los bienes del pueblo, el latrocinio por sistema del erario y el asesinato, si era el caso, o la cooptación, porque “En política lo que se resuelve con dinero siempre es barato”. Al final de su sexenio, su construcción se desplomó como castillo de naipes. Ocurrió la rebelión zapatista, se hizo asesinar al candidato del PRI, a la presidencia, Luis Donaldo Colosio; igualmente al ex gobernador de guerrero y prominente priísta que lideraría el poder legislativo, Ruiz Massieu; al cardenal Posadas Ocampo y también a más de seiscientos militantes del PRD de aquellos tiempos.
La gran herencia maldita en México ha sido el racismo y con él la desigualdad económica. Es claro que el odio encarnizado que la oligarquía muestra por nuestro presidente se debe en gran medida al racismo. Los privilegiados, los blancos, los que gozaron del régimen de corrupción, de la economía de compadres que impuso el neoliberalismo, no soportan la idea de que los indios, la plebe, los nacos, tengan derechos como los que ellos disfrutan. Tienen la creencia que la piel oscura es signo de inferioridad. Hoy abominan, se estremecen de odio porque un hombre moreno que habla usando los modismos de su tierra (y su agua, él dice) sea el que gobierna este país.
México era un inmenso país, pero estaba disperso, desintegrado en los hechos, sin consciencia de unidad, con distancias casi inalcanzables para ejercer un gobierno efectivo. Lo cual aprovechó el imperio de este país que no tiene nombre y se hace llamar Estados Unidos. Todos los países del mundo son estados unidos. Ellos dicen que son de norteamérica sin considerar también gran parte de los mexicanos lo somos igual que los canadienses. La dispersión y las inmensas distancias provocaron que México perdiera más de la mitad de su territorio en una guerra criminal por parte del imperio en ciernes. Entonces vino la Segunda Transformación, la Guerra de Reforma, para separar el poder eclesiástico del poder civil. Y, otra vez, el país se desangró, sin embargo, los liberales consiguieron su objetivo gracias a haber obtenido la victoria con las armas, pues no había de otra. Pero los conservadores, tatarabuelos de los de este momento, asistieron a buscar un príncipe rubio que gobernara a este país de indios analfabetas y consiguieron convencer a un iluso llamado Maximiliano. Pero, el más grande presidente que ha tenido México, Benito Juárez García, derrotó una vez más a los conservadores y expulsó a los que invadían a la nación e instauró la República Soberana. Luego, un militar que sirvió a la patria, Porfirio Díaz, mediante una asonada destituyó al presidente legal Lerdo de Tejada y se entronizó en el poder por más de treinta años. Así fue hasta que Francisco I. Madero levantó en armas a la nación para que se iniciase la Tercera Transformación. Los avances, con todo, no fueron pocos. Lo nocivo es que, aunque en la letra se consiguió la Constitución Política quizá más avanzada del mundo en lo social, en los hechos sólo se aplicó en el régimen del general Lázaro Cárdenas.
Dice nuestro presidente que gracias a la Revolución o Tercera Transformación, se fue don Porfirio, pero se quedó doña Porfiria, es decir, el régimen oligárquico, demagógico y altamente corrupto pero cuya peor faceta fue el neoliberalismo que se entronizó en el año de 1982, con el régimen de Miguel de la Madrid. Carlos Salinas de Gortari, un genio del crimen y el robo consolidó el estado neoliberal de saqueo de los bienes del pueblo, el latrocinio por sistema del erario y el asesinato, si era el caso, o la cooptación, porque “En política lo que se resuelve con dinero siempre es barato”. Al final de su sexenio, su construcción se desplomó como castillo de naipes. Ocurrió la rebelión zapatista, se hizo asesinar al candidato del PRI, a la presidencia, Luis Donaldo Colosio; igualmente al ex gobernador de guerrero y prominente priísta que lideraría el poder legislativo, Ruiz Massieu; al cardenal Posadas Ocampo y también a más de seiscientos militantes del PRD de aquellos tiempos.
La gran herencia maldita en México ha sido el racismo y con él la desigualdad económica. Es claro que el odio encarnizado que la oligarquía muestra por nuestro presidente se debe en gran medida al racismo. Los privilegiados, los blancos, los que gozaron del régimen de corrupción, de la economía de compadres que impuso el neoliberalismo, no soportan la idea de que los indios, la plebe, los nacos, tengan derechos como los que ellos disfrutan. Tienen la creencia que la piel oscura es signo de inferioridad. Hoy abominan, se estremecen de odio porque un hombre moreno que habla usando los modismos de su tierra (y su agua, él dice) sea el que gobierna este país.
Los ponentes y alguna gente del público |
El racismo ha sido el modo de existir de México a lo largo de su historia desde la invasión europea. Y en su más odiosa manifestación ocurre con insuperables actitudes de hipocresía.
La historia es la maestra de la vida. Y Los años de la resistencia es un libro de historia. Muy bien documentado, ameno, apasionado, nos detalla los sucesos con la finura de los hechos más triviales en apariencia, pero gracias a ellos notamos la magnitud de lo acontecido, los matices que sesgan la historia, la maldad intrínseca de los salinas, los calderones, los zedillos, los foxes; su corrupción que tiende al infinito y su insaciable urgencia de apropiarse de lo ajeno. Ellos son corruptos hasta la médula y, podríamos no aceptarlo o ni siquiera suponerlo, pero son los más feroces enemigos del pueblo al que desprecian y aborrecen.
Los gobiernos neoliberales instauraron el sueño dorado de Robert Lansing, secretario de estado del presidente Woodrow Wilson, quien casi proféticamente, aseguró que “Para someter a México no era necesario disparar ni un tiro, era suficiente con educar en los valores del modo de vivir gringo a los jóvenes mexicanos ambiciosos, pues estos, eventualmente llegarían al poder en México y harían lo mejor para nuestros intereses, incluso mejor que nosotros mismos”. Era cierto, los neoliberales se portaron contra México peor que un gobierno de ocupación.
El libro de René González, Los años de la resistencia, hace la reseña histórica de la Cuarta Transformación. Es importante señalar que hacer historia, plasmar en documentos los sucesos del devenir, es darles sitio en la historia. Este libro tiene como mérito primigenio el de plasmar en letras un momento glorioso del pueblo mexicano. Su minuciosa investigación nos pone ante los ojos detalles, al parecer intrascendentes para la gran ciencia histórica, pero tales detalles son los que hacen vívida la historia.
La historia es la maestra de la vida. Y Los años de la resistencia es un libro de historia. Muy bien documentado, ameno, apasionado, nos detalla los sucesos con la finura de los hechos más triviales en apariencia, pero gracias a ellos notamos la magnitud de lo acontecido, los matices que sesgan la historia, la maldad intrínseca de los salinas, los calderones, los zedillos, los foxes; su corrupción que tiende al infinito y su insaciable urgencia de apropiarse de lo ajeno. Ellos son corruptos hasta la médula y, podríamos no aceptarlo o ni siquiera suponerlo, pero son los más feroces enemigos del pueblo al que desprecian y aborrecen.
Los gobiernos neoliberales instauraron el sueño dorado de Robert Lansing, secretario de estado del presidente Woodrow Wilson, quien casi proféticamente, aseguró que “Para someter a México no era necesario disparar ni un tiro, era suficiente con educar en los valores del modo de vivir gringo a los jóvenes mexicanos ambiciosos, pues estos, eventualmente llegarían al poder en México y harían lo mejor para nuestros intereses, incluso mejor que nosotros mismos”. Era cierto, los neoliberales se portaron contra México peor que un gobierno de ocupación.
El libro de René González, Los años de la resistencia, hace la reseña histórica de la Cuarta Transformación. Es importante señalar que hacer historia, plasmar en documentos los sucesos del devenir, es darles sitio en la historia. Este libro tiene como mérito primigenio el de plasmar en letras un momento glorioso del pueblo mexicano. Su minuciosa investigación nos pone ante los ojos detalles, al parecer intrascendentes para la gran ciencia histórica, pero tales detalles son los que hacen vívida la historia.
Con Martí Batres, hoy jefe de Gobierno, en el café La Habana. Y el Bapho... ¿Por qué no? |
Luego de leer el libro nos preguntamos ¿de qué está hecho un hombre que se llama Andrés Manuel López Obrador? Su trayectoria la conocemos todos. Pero este libro nos trae a cuento la gran cantidad de derrotas, los más viles ataques, las monstruosas calumnias que ha padecido desde que luchaba en Tabasco al lado de los chontales y el pueblo en general. La inmensa cantidad de obstáculos que ha sorteado, todos los fraudes electorales que se hicieron en su contra, desde los años 80.
Dicen que el hombre se hace en la derrota. Casi podríamos decir que AMLO sólo dos victorias ha tenido en su ya larga vida política, una, llegar a la jefatura de Gobierno del DF. Para experimentar, luego, dos enormes fraudes electorales en 2006 y 2012. Y luego la segunda gran victoria, contra y por encima de otro gran fraude electoral. Pero el robo perpetrado no les alcanzó.
Les ganó jugando en su propia cancha, sin el piso parejo, con el árbitro no vendido, sino jugando en contra, se sobrepuso a los ataques traicioneros y contra todas sus trampas, aún así les ganó. Todo esto le ha costado la vida. Gastó su existencia en llegar al supremo poder de México, la Presidencia de la República, pero está haciendo la Cuarta Transformación de la vida pública de México, tan trascendente como las otras tres aquí mencionadas, pero con la inmensa ventaja que en esta no se ha derramado la sangre de los mexicanos.
Lo que asombra es, uno, que la oposición diga que está destruyendo el país. Uno dice ¿de qué hablan estos cabrones? Ah, ya sé: está destruyendo el país podrido que ellos habían hecho, el de la injusticia, de la entrega al extranjero, de la miseria de la gran mayoría, de la inimaginable corrupción. Creo que lo que más odian de AMLO es que cuando se vaya, ya muy pronto, lamentablemente, dejará al pueblo mexicano acostumbrado a tener un buen gobierno. Me gustaría saber quién es el guapo que se atreva a cancelar las pensiones para los viejos, por ejemplo.
Asombra, no menos que digan que es corrupto. Pero es un argumento muy fácil de destruir. Si AMLO fuera corrupto, todos en los gobiernos de los tres niveles tendrían que ser corruptos. Claro, para taparse los unos con los otros. Y cuando eso ocurre, no hay dinero en el mundo que alcance. Como no les alcanzó a Fox y a Calderón cuando recibieron más de 400 mil millones de dólares por sobreprecios petroleros. ¿Y qué hicieron con esa monstruosa cantidad de dinero? Nada. Bueno, se lo robaron.
Andrés Manuel construye puentes, presas, aeropuertos, carreteras, bancos del bienestar, cuarteles de la Guardia Nacional, refinerías, internet para todos, entrega apoyos a tres cuartas partes de todas las familias, revalora el peso, mantiene las reservas monetarias más altas de la historia, atrae más inversiones extranjeras que nadie antes, sube los salarios más del cien por ciento. Dios del cielo. ¡Y no pide un centavo de préstamo al extranjero! A él sí le alcanza el dinero. ¿Por qué? Por la razón más simple de todas, la de que él no roba. López Obrador no es corrupto.
Y lo último, lo más aberrante de tal suerte que ya pone a pensar en la salud mental colectiva de la oposición. 200 millones de menciones para nuestro presidente acusándolo de narcotraficante. No importa que la DEA lo desmintió; no importa que la Casa Blanca dijo que las investigaciones fueron cerradas porque no hay evidencias, no importa nada, siguen gastando millones de dólares desesperadamente para tratar de manchar al presidente y a Claudia Sheinbaum, la próxima presidenta de México.
Los años de la resistencia nos asombra porque nos exhibe al mejor presidente del mundo, por si alguien todavía lo dudaba. Y es un libro que, como la 4T ha escrito su primera parte. Lo cual implica que también tendrá que hacer su segundo piso, el que precisamente hoy, 1° de marzo, empieza a construirse.
Muchas gracias.
Dicen que el hombre se hace en la derrota. Casi podríamos decir que AMLO sólo dos victorias ha tenido en su ya larga vida política, una, llegar a la jefatura de Gobierno del DF. Para experimentar, luego, dos enormes fraudes electorales en 2006 y 2012. Y luego la segunda gran victoria, contra y por encima de otro gran fraude electoral. Pero el robo perpetrado no les alcanzó.
Les ganó jugando en su propia cancha, sin el piso parejo, con el árbitro no vendido, sino jugando en contra, se sobrepuso a los ataques traicioneros y contra todas sus trampas, aún así les ganó. Todo esto le ha costado la vida. Gastó su existencia en llegar al supremo poder de México, la Presidencia de la República, pero está haciendo la Cuarta Transformación de la vida pública de México, tan trascendente como las otras tres aquí mencionadas, pero con la inmensa ventaja que en esta no se ha derramado la sangre de los mexicanos.
Lo que asombra es, uno, que la oposición diga que está destruyendo el país. Uno dice ¿de qué hablan estos cabrones? Ah, ya sé: está destruyendo el país podrido que ellos habían hecho, el de la injusticia, de la entrega al extranjero, de la miseria de la gran mayoría, de la inimaginable corrupción. Creo que lo que más odian de AMLO es que cuando se vaya, ya muy pronto, lamentablemente, dejará al pueblo mexicano acostumbrado a tener un buen gobierno. Me gustaría saber quién es el guapo que se atreva a cancelar las pensiones para los viejos, por ejemplo.
Asombra, no menos que digan que es corrupto. Pero es un argumento muy fácil de destruir. Si AMLO fuera corrupto, todos en los gobiernos de los tres niveles tendrían que ser corruptos. Claro, para taparse los unos con los otros. Y cuando eso ocurre, no hay dinero en el mundo que alcance. Como no les alcanzó a Fox y a Calderón cuando recibieron más de 400 mil millones de dólares por sobreprecios petroleros. ¿Y qué hicieron con esa monstruosa cantidad de dinero? Nada. Bueno, se lo robaron.
Andrés Manuel construye puentes, presas, aeropuertos, carreteras, bancos del bienestar, cuarteles de la Guardia Nacional, refinerías, internet para todos, entrega apoyos a tres cuartas partes de todas las familias, revalora el peso, mantiene las reservas monetarias más altas de la historia, atrae más inversiones extranjeras que nadie antes, sube los salarios más del cien por ciento. Dios del cielo. ¡Y no pide un centavo de préstamo al extranjero! A él sí le alcanza el dinero. ¿Por qué? Por la razón más simple de todas, la de que él no roba. López Obrador no es corrupto.
Y lo último, lo más aberrante de tal suerte que ya pone a pensar en la salud mental colectiva de la oposición. 200 millones de menciones para nuestro presidente acusándolo de narcotraficante. No importa que la DEA lo desmintió; no importa que la Casa Blanca dijo que las investigaciones fueron cerradas porque no hay evidencias, no importa nada, siguen gastando millones de dólares desesperadamente para tratar de manchar al presidente y a Claudia Sheinbaum, la próxima presidenta de México.
Los años de la resistencia nos asombra porque nos exhibe al mejor presidente del mundo, por si alguien todavía lo dudaba. Y es un libro que, como la 4T ha escrito su primera parte. Lo cual implica que también tendrá que hacer su segundo piso, el que precisamente hoy, 1° de marzo, empieza a construirse.
Muchas gracias.
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