Atentar
contra el arte
Pterocles Arenarius
El grandioso oficio
del artista, la experiencia forjada en años de, primero, aprendizaje
y luego de ensayo y error, de autoforjarse, autoconstruirse como
artista con base en la creación sin cesar; el conocimiento de cuanto
implica la lenta, la amorosa, la inteligente elaboración de una obra
de arte que habría de quedar a la intemperie y no menos el
conocimiento de lo que significan los símbolos, tanto el de el
saludo de manos tan peculiar como el de los objetos que están de
fondo, una escuadra y un compás, un símbolo que ya es secular y, me
atrevo a decir, arquetípico. Una obra de arte, una exquisita
creación... Para que aparezca un idiota amparado por la oscuridad de
la noche y la inoperancia, la abulia y la corrupción de la autoridad
y perpetre esta inmensa estupidez. Destruir por destruir. Romper,
quebrar, aniquilar. Cuando ocurre un acto de estos ―destruir una
obra de arte― perdemos todos. Se me ocurre pensar qué debe haber
en la mente, en el corazón de alguien que es capaz de destruir algo
así. Pienso en una persona inconsciente, en alguien que no ha
avanzado mucho más allá de la bestialidad. Pienso en que el
gobierno, la autoridad en general, ha fracasado de la manera más
dolorosa, primero en vigilar, en cuidar el orden y luego en
garantizar la seguridad de nosotros y de nuestros valores. Pero
también pienso en cuanto hemos fracasado como sociedad para que
hayamos dado productos como la lamentable persona que fue capaz de
perpetrar un acto como el que se ve en la fotografía. Somos víctimas
de una decadencia atroz. Un país cuyos ciudadanos actúen así no
tiene salvación. Esto me hace recordar al pobre imbécil que
incendió el Templo de Diana en Éfeso, una de las siete maravillas
del mundo, sólo para que la historia lo recordara (como una bestia,
pero lo recordara); pienso en el oscuro comerciante que robó el
frontispicio del Partenón con la complicidad de los corruptos
invasores turcos para despojar al pueblo griego de una de sus
prodigiosas joyas históricas. Pienso en la destrucción, la quema de
la Biblioteca de Alejandría y el asesinato de la científica Hypatia
que Carl Sagan comparara, por la inmensa pérdida de joyas de la
literatura y en general del conocimiento humano, con una trepanación
de la humanidad de aquellos tiempos. Pienso en la quema de libros por
los nazis y el asesinato de poetas, García Lorca, Miguel Hernández,
por lo menos, por parte del régimen fascista-católico de Francisco
Franco; conjunto de hechos que sumió a España en medio siglo de
cretinismo cultural y un siglo de penuria económica de la que no
terminan de salir. Pienso no menos en la inmensa destrucción de una
avanzada cultura, la mesoamericana, a manos del imperio español y
conducida por el fanatismo religioso y genocida más intolerante de
la historia.
La obra original |
En fin, pienso que
entonces para qué putas pagamos miles de policías que deambulan
haciéndose pendejos en patrullas que siempre traen la torreta
encendida y son incapaces de evitar este acto monstruoso. ¿Cuánto
tiempo tuvo que estar el delincuente realizando “su creación” y
qué tanta preparación, vigilancia y materiales tuvo que contar para
dañar la obra de arte?
Ahora, por lo que
anota Daniel Barrera acerca de que también sufrieron atentados
imágenes de Cuauhtémoc Cárdenas y de Porfirio Muñoz Ledo, creo
que no hay que descartar un atentado ya no desde la más vulgar
inconsciencia de plebeyos idiotas, sino en que éstos hayan sido
pagados por otros que sí son muy capaces de este tipo de actos.
Hablo en específico de los ultraderechistas católicos que
envenenados desde su infancia odian a la masonería y a todo lo que
tenga el más mínimo halo de aquella.
Es como una agresión animal |
Es triste si este
acto de bestialidad se perpetró por inconsciencia. Por los datos
adyacentes no lo parece. Lo que me consuela es que los odiadores de
la masonería y lo aledaño a ella no saben hasta dónde la tienen
metida ―digo a la masonería―, porque tendrían que destruir casi
toda la literatura moderna, gran parte de la pintura del siglo XX y
XXI de toda Europa y ya no digan de la mexicana y mucho, muchísimo
más de lo que no tienen ni idea. Este atentado es como quitarle un
pelo a un gato. Y lo que más me consuela es que el autor de la obra
afectada, el gran pintor Daniel Barrera, puede crear cientos o miles
de obras más.
Es decir, como lo
dijo quien ya saben ―el del siglo XIX y el de este momento―: “No
le han quitado ni una pluma a nuestro gallo”.
Lamentabilísima realidad |
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