martes, 6 de marzo de 2012

Para qué escribir

Texto leído en el Pabellón Guanajuato el 4 de marzo de 2012, en la XXXIII Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.

Para qué escribir

Pterocles Arenarius

En la década de los 70 conocí este edificio, diría ―si este palacio fuera una mujer― en el sentido bíblico. Desde sus partes más sórdidas, sus cloacas, sus más oscuros rinconcitos, hasta sus zonas preciosas como la capilla, el patio principal o la torre de la portada. Mi padre construyó toda la estructura de hierro que ha sostenido al Palacio de Minería desde hace ya algo menos de medio siglo. Aquí dejamos cinco años de nuestras vidas, porque yo era empleado de mi padre. Por eso este momento es precioso para mí. Llegué aquí como aprendiz de soldador, estudiaba tercero de secundaria, cuando salí ya era maestro soldador y ya estudiaba en la escuela de ingeniería del Poli. Ahora regreso como autor literario guanajuatense, aunque soy un chilango empedernido, pero me avalan los hechos de que soy hijo y padre de guanajuatenses y el otro es que pergeñé y publiqué textos en Guanajuato a lo largo de diez años. Soy padre de niños y textos guanajuatenses.

Hoy, puesto que me debo a la palabra, estoy obligado a decir, con José Emilio Pacheco, “Es extraño que nadie haya anotado que la degradación actual se debe a la pérdida que está ocurriendo en nuestro lenguaje”; y con el Octavio Paz de El arco y la lira: “Cuando el lenguaje se corrompe, las sociedades se pierden o se prostituyen”; y muy recientemente con Javier Sicilia quien, en su columna La casa sosegada, cita a William Carlos Williams: “Si el lenguaje se distorsiona es crimen prospera”. Son palabras que muy bien podrían constituir la radiografía de lo que hoy ocurren en México. Como nunca quizá, nuestro lenguaje está siendo distorsionado, prostituido, banalizado y, al fin, sometido a una destrucción que llamaría sistemática, si no fuera porque depende, en gran medida de la estulticia de quienes pueden usarlo pública y masivamente y la dejadez e ignorancia de quienes lo reciben y admiten sin reclamo ni exigencia.

Tengo que decir que la televisión ―salvando mínimas y honrosísimas excepciones― difunde masivamente la estupidez, la mentira y los intereses más o menos viles de sus dueños. El poder político, desde su sitial más alto, del que algunos llaman presidente de la República, se regodea declarando en los periódicos que ha exigido a sus secretarios de estado “que se pongan las pilas” o bien que él mismo “va a echarle los kilos”, usando un lenguaje que está muy bien para un maistro (sic) albañil, que apenas hubiera terminado la primaria, pero jamás para un primer mandatario ni siquiera de una república bananera. La corrección, elegancia y recursos de su lenguaje actual nos explican por qué, en su momento, fue rechazado de la UNAM. Sería demasiado prolijo anotar unos cuantos más del tumulto de atentados contra la palabra que perpetran en los medios y en el poder.

No es extraño que la situación de mi país sea una catástrofe en la educación, los niños de secundaria casi no saben leer ni entienden lo que a duras penas descifran; una debacle en la economía, el diez por ciento de los más ricos se apropia de casi el cuarenta por ciento de lo que producimos todos, mientras el veinte por ciento más pobre se conforma con el cuatro por ciento de la riqueza, nuestra economía se ha mantenido sin crecimiento durante treinta años, mientras la población se ha triplicado. El desempleo galopa compitiendo con el comercio informal y la delincuencia por desesperación y el crimen con organización, porque la gente de algo tiene que vivir. Y la mejor solución que para esto ha encontrado este gobierno es matar. Casi indiscriminadamente. Matar.

Hoy debo decir, todos lo sabemos, que en México ―a diferencia del crimen que paga muy bien― la literatura no paga. Los servidores de la Diosa Blanca que mitologizó Graves son una muchedumbre de desharrapados siempre al borde del colapso económico y, derivados de este, otros como el personal, el familiar, el social y hasta el profesional. Pocas naciones en el mundo se observan tan divididas de la peor manera posible, la económica. El diez por ciento más rico tiene ingresos superiores a los de la clase media gringa; mientras el veinte por ciento más pobre tiene un nivel de vida nigeriano. Ningún país puede ser viable si se empeña en conservar semejante desigualdad. El estallido de violencia que vivimos es producto de ese monstruo.

El gobierno mexicano se porta como un enemigo de su pueblo y como un aliado de Estados Unidos y ahora, con el PAN, demuestran amar más a España que a la gran mayoría de los mexicanos. Bueno, quieren hasta vender Pemex, que entrega al gobierno 40 centavos de cada peso del erario. Ya casi terminaron de entregar la industria eléctrica a las compañías españolas sin importar el costo de toda índole al dejar a más de 16 mil trabajadores en el desempleo y convertirlos en recalcitrantes enemigos del gobierno. La Auditoría Superior de la Federación encontró miles de latrocinios que llama irregularidades. 889 mil millones de pesos han sido entregados a los bancos extranjeros en quince años a través de esa ratería monstruosa que llamaron Fobaproa.

Nada bueno nos espera si no hay educación, si no se deja de prostituir el espíritu del pueblo, si no se consigue que la poesía esté en el espacio público, porque “Sólo la poesía ―decían los antiguos poetas chinos― puede corregir el lenguaje”. En este momento urge. Ante la brutal dictadura de los medios audiovisuales, que se escriba, que se lea, que se practiquen las artes, que se eduquen los mexicanos.

Es un inmenso trabajo el que tenemos que hacer para salvarnos. Tenemos que generar y entregar poesía. Aunque todo esté perdido, porque la televisión miente, engaña y prostituye; aunque la clase política haya vaciado de significado las palabras, aunque los más estúpidos pasquines se vendan por millones y los libros de poesía o las novelas que nos darán lustre cultural en el mundo, permanezcan cinco años en los anaqueles antes de vender el miserable tiraje de mil ejemplares. Cuando se prostituye el idioma aparece el caos, porque el idioma es orden o entendimiento, conocimiento y discernimiento. El idioma es pensamiento. Un idioma mutilado y prostituido, prosternado por la traición sólo nos puede traer automutilación, prostitución mental, caos y humillación. Estupidez. Guerra. Guerra es un vocablo del alemán “werra”, que significa desorden, caos.

El gobierno ha entregado más del 30 por ciento del territorio nacional a las mineras canadienses y gringas, les cobra cinco pesos por hectárea por año. Y mientras roban nuestra riqueza para entregarla el extranjero, a un pequeño café de Guanajuato, el gobierno lo obliga a pagar tres mil pesos por mes para dejarlo usar 15 metros cuadrados en unas de sus, ciertamente, bellas plazas. ¿Por ser mexicanos es el ensañamiento? Luego quieren vender Pemex, lo han prometido dos candidatos; Pemex que proporciona 40 centavos de cada peso del presupuesto del erario nacional. ¿Son estúpidos nuestros gobernantes? No lo creo. Todo esto apesta a ratería contra los mexicanos, incluyendo a los que no han nacido. Porque el país no pertenece sólo a los que vivimos en este momento. ¿Qué les dejaremos a los que vendrán después? ¿Nuestra vergüenza por no haber hecho nada?

El gobierno de Guanajuato ofrece a los artistas que ellos llaman “con trayectoria”, es decir, a los duchos, a los chingones, cuatro mil 200 pesos mensuales durante diez meses, a cambio los autores deben entregar su obra al gobierno. Les recuerdo que México no es autosuficiente en alimentos, que las pensiones de los trabajadores mexicanos fueron entregadas a los bancos extranjeros mediante las llamadas afores; que un grupo de los que dicen que nos gobiernan hacen negocios con compañías gringas con el descomunal pretexto de la guerra contra el crimen organizado; recién hemos sabido que las mismísimas autoridades gringas ayudan a los narcos mexicanos al trasiego de drogas y al lavado de las ganancias y al mismo tiempo venden armas a las bandas del narco en México ¿Entonces a qué está jugando el gobierno mexicano? ¿Entonces por qué 60 mil muertos, 15 mil desaparecidos y 300 mil desplazados? A este país se lo está llevando la mierda, pero estoy seguro de que hay mucha gente que quiere y puede salvarlo. Contra los que están haciendo de este país un infierno, tenemos que oponer la fuerza de la vida, contra la falsa religión de los pederastas que quiere más poder político y que para eso van a traer al Papa ex nazi, contra los fanáticos que desean implantar el reino de Dios en el mundo ―un dios, por cierto, bastante estúpido―, nos oponemos desde la creación, desde la literatura, desde el arte. Desde al amor por la gente humilde.

Al final, lo más importante, lo religioso (de religarse con lo divino, ¿pero hay algo divino o algo que no lo sea?), lo único religioso es ser obediente y disciplinado con madre natura, con los que nos pide y lo que nos indica nuestra naturaleza. Come bien, coge mejor, sé feliz de todo y para todo y haz felices a los que tienes a tu alrededor. Ama demasiado, goza de la vida, respeta a todo el mundo y no intentes imponer tus ideas a nadie, ni siquiera a tus hijos chiquitos. Mejor da ejemplo siendo como quisieras que fuera el mejor ser humano del mundo. Defiende tu libertad como dijo Don Quijote, con tu propia vida si es necesario. Haz de tu existencia una obra de arte, un paraíso. Y si te alcanza pues haz arte. Y que chingue a su madre el diablo y que ruede el mundo.

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