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Dijo entonces el Señor: «Ve y dile a este pueblo: "Por más que oigan, no entenderán; por más que miren, no captarán".
Isaías 6:9
El Cardenal Joseph Ratzinger, durante le papado de Juan Pablo II, fue Precepto de La Congregación para la Doctrina de la Fe, organismo cuya labor es velar en contra de las desviaciones dentro de la Iglesia Católica, y, como tal, debía haber hecho frente a los más de 4.000 casos de pederastia y abusos sexuales de menores hasta ahora denunciados.
Existe una carta, que data del año 1985, en la cual el Cardenal Joseph Ratzinger se niega a expulsar a un sacerdote acusado de abusos sexuales, objetando una serie de razones difusas (como que el demandante es menor de edad), y aconseja requerir más tiempo para tomar estos incidentes a una muy cuidadosa consideración. El proceder de la Iglesia Católica, para estos casos de pederastia, fue, simplemente, cambiar de destino a los curas o sacerdotes para que prosiguieran con su conducta criminal. Este simple hecho, el de encubrir los casos y la inacción para su erradicación, convierte a Joseph Ratzinger, el actual Papa Benedicto XVI, en cómplice de dichos delitos.
Que el Papa Benedicto XVI sea un supuesto delincuente es preocupante, pero más lo es la hipocresía que domina en los gobiernos occidentales y en el conjunto de la sociedad, cuando se permite que algunos criminales se paseen por el mundo sin ser ni siquiera enjuiciados. Así es: la Justicia sólo está al servicio de los poderosos, y la Corte Penal Internacional (C.P.I), por ejemplo, sólo mira por los intereses de Occidente, razón por la cual los criminales de la Guerra de Irak (iniciada en contra de los mandatos de la ONU) hasta ahora no han sido llevados ante la justicia, pero sí, por contra, los que son considerados enemigos de la geopolítica occidental.
También resulta preocupante que los files de la Iglesia Católica hagan caso omiso de los más de 4.000 casos denunciados, y con ello se conviertan en cómplices, a su vez, de la conducta delictiva del máximo representante de su Iglesia, lo que es un síntoma claro de la alienación del individuo ante la inmoralidad, tal como si fuera una dolencia mental comparable al extremismo islámico y su sometimiento del género femenino.
Ahora el Papa Benedicto XVI se pasea por el mundo con sus lujosos ropajes y en el Vaticano buscan la santificación de Juan Pablo II, el Papa que consintió las prácticas pederastas en el seno de la Iglesia y que protegió al padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
Benedicto XVI, hoy por hoy, es el símbolo de la corrupción, del derrumbe de la moral, de la hipocresía y de la falta de esperanza en el necesario cambio para conseguir un mundo más justo.
Por si acaso, escondan a los niños…
Isaías 6:9
El Cardenal Joseph Ratzinger, durante le papado de Juan Pablo II, fue Precepto de La Congregación para la Doctrina de la Fe, organismo cuya labor es velar en contra de las desviaciones dentro de la Iglesia Católica, y, como tal, debía haber hecho frente a los más de 4.000 casos de pederastia y abusos sexuales de menores hasta ahora denunciados.
Existe una carta, que data del año 1985, en la cual el Cardenal Joseph Ratzinger se niega a expulsar a un sacerdote acusado de abusos sexuales, objetando una serie de razones difusas (como que el demandante es menor de edad), y aconseja requerir más tiempo para tomar estos incidentes a una muy cuidadosa consideración. El proceder de la Iglesia Católica, para estos casos de pederastia, fue, simplemente, cambiar de destino a los curas o sacerdotes para que prosiguieran con su conducta criminal. Este simple hecho, el de encubrir los casos y la inacción para su erradicación, convierte a Joseph Ratzinger, el actual Papa Benedicto XVI, en cómplice de dichos delitos.
Que el Papa Benedicto XVI sea un supuesto delincuente es preocupante, pero más lo es la hipocresía que domina en los gobiernos occidentales y en el conjunto de la sociedad, cuando se permite que algunos criminales se paseen por el mundo sin ser ni siquiera enjuiciados. Así es: la Justicia sólo está al servicio de los poderosos, y la Corte Penal Internacional (C.P.I), por ejemplo, sólo mira por los intereses de Occidente, razón por la cual los criminales de la Guerra de Irak (iniciada en contra de los mandatos de la ONU) hasta ahora no han sido llevados ante la justicia, pero sí, por contra, los que son considerados enemigos de la geopolítica occidental.
También resulta preocupante que los files de la Iglesia Católica hagan caso omiso de los más de 4.000 casos denunciados, y con ello se conviertan en cómplices, a su vez, de la conducta delictiva del máximo representante de su Iglesia, lo que es un síntoma claro de la alienación del individuo ante la inmoralidad, tal como si fuera una dolencia mental comparable al extremismo islámico y su sometimiento del género femenino.
Ahora el Papa Benedicto XVI se pasea por el mundo con sus lujosos ropajes y en el Vaticano buscan la santificación de Juan Pablo II, el Papa que consintió las prácticas pederastas en el seno de la Iglesia y que protegió al padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
Benedicto XVI, hoy por hoy, es el símbolo de la corrupción, del derrumbe de la moral, de la hipocresía y de la falta de esperanza en el necesario cambio para conseguir un mundo más justo.
Por si acaso, escondan a los niños…
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Derechos Reservados - Copyright © Pablo Paniagua
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