lunes, 13 de junio de 2011

LA PALABRA ESCRITA EN EL AGUA


Atlixco es un municipio ubicado en la parte centro oeste del estado de Puebla, a 24 kilómetros de su capital. Su nombre viene de las raíces nahuas Atl: “Agua”; Ixtla,” llanura, valle” (de Ixtli, cara, superficie); Tla, “abundancia”, y de la final co, que indica “en”; es decir: "Agua en el valle o en la superficie del suelo".
En la época prehispánica se le conocía como Cuauhquechollán “Águila que huye”, después Acapetlahuacan “Lugar de esteras de caña” y posteriormente Atlixco. Los primeros pobladores fueron los teochichimecas. También fue asentamiento de xicalancas y estuvo sometido a la gran Tenochtitlán. Los pueblos de Calpan, Huejotzingo y Cholula se disputaron en diversas épocas la posesión del valle. A la llegada de los españoles se encontraba bajo el dominio de Huejotzingo. Pedro del Castillo y Cristóbal Ruiz de Cabrera fundan allí la Villa de Carrión el 22 de septiembre de 1579, pero fue hasta el 14 de febrero de 1843 que el general Nicolás Bravo, presidente suplente de la República, le dio el título de Ciudad de Atlixco.
Esta pequeña ciudad se distingue por sus manantiales de agua, agua que baja por el deshielo del Popocateptl, y por su cultivo de flores, que se ha convertido en uno de sus motores económicos. Y ha sido cuna de hombres de letras como el dramaturgo Héctor Azar.
Como muchas cosas en la vida, nada sabía de este poblado hasta que me encontré con Ricardo Pérez Quit (que vive allí, en Atlixco), maestro de teatro con el que tomé, en el Centro de las Artes de Guanajuato, un curso de dramaturgia. Me inscribí a este curso urgido por saber más sobre los resortes que mueven una buena historia para escribir mejores guiones de cine, pues dramáticamente el cine tiene mayor relación con el teatro que con las artes narrativas (cuento, novela), a pesar de que toma de la narrativa muchos de sus argumentos.
En el curso de Ricardo Pérez Quit montamos una obra de teatro en un baño e hicimos una versión fílmica de la misma, dando origen a mi séptimo cortometraje, que espero pronto esté participando en los Festivales de cine.
Terminado el curso y el corto, Ricardo queríamos presentar la obra y estrenar este corto en Atlixco, dentro de un encuentro de poeta. Por problemas de tiempo de los actores la obra no se montó y ni el corto se estrenó, pero acudí invitado como poeta (que hago mis pininos en este arte).
Ricardo Pérez Quit había recientemente sido nombrado como director de cultura del municipio por el nuevo gobierno municipal, surgido de una Alianza de partidos. Y, al parecer, uno de sus primeros actos como funcionario (aun están en sus primeros 100 días de gobierno) fue celebrar este Encuentro de poetas a realizarse del 23 al 25 de mayo, que buscaba no sólo reunir a 50 poetas de México, sino llevar a la poesía a nivel de piso, es decir, saliera de su cenáculo artístico (hace años que la poesía ya no es de dominio público, quizá perdió su lugar con el embate de la canción popular) y que se confrontara directamente con la gente.
Para lograrlo la estrategia de Ricardo fue romper con los lineamientos que los encuentros de poesía tienen en nuestro país. Y creo que la estrategia funcionó, pues apuntó sus flechas a dos sectores peleados con este arte: el sector pudiente y el sector popular.
Para el sector pudiente convocó a la actriz Susana Alexander, quien diseñó un espectáculo poético dando lectura declamatoria y actoral a los poemas que los mismos poetas convocados tuvieron que enviar previamente como requisito para ser invitado al encuentro. De estos 50 poemas, Susana Alexander hizo una selección muy a su estilo. El show se presentó el viernes por la noche y dada la popularidad de la actriz, acudieron a la cita poética la clase pudiente atixquense que de otra forma no hubiera acudido. Pagaron su entrada y bajo un toldo instalado en los amplios jardines de un casona elegante.
Yo no soy my afecto a estos espectáculos pero hay que reconocer que la señora Alexander hizo un estupendo trabajo declamatorio, aunque para ello seleccionó los más adecuados para su show, y los poemas seleccionados los acomodó, cortó, sintetizó para afinarlos a modo del gusto de su público. Hizo bien su trabajo. La gente salió sumamente complacida.
Antes de comenzar su lectura mencionaba al autor (allí presente) quien se levantaba para que el público lo ubicara. Los poetas están acostumbrados a su trabajo silencioso y solitario y pocas veces o nunca tiene un encuentro con un público numeroso que aplaude su obra. Sólo poetas como Jaime Sabines tenían en poder de convocar a las masas. Fue, definitivamente, una experiencia grata: oír el poema escrito por nosotros en un tono declamatoria por la señora Alexander y sentir el reconocimiento del público. Ricardo Pérez Quit de esta forma mató dos pájaros con el mismo tiro.
La segunda estrategia (ya ensayada en otros encuentros) fue separar en grupos a los poetas invitados y llevarlos a leer su trabajo a la cárcel, al cuartel militar, al mercado, al asilo de ancianos y a algunas escuelas públicas. Y abrió para los asistentes la posibilidad de que los poetas espontáneos participaran. Tanto en el mercado como en asilo de ancianos surgieron los poetas anónimos haciendo más emotivo y cálida la lectura poética. A mí me tocó con los militares. Entramos con cierto temor al cuartel. La rigidez disciplinaria de los soldados nos dejaba fríos y no sabíamos cuál iba a ser el resultado. Mientras nos invitaban una taza de café y pan de dulce ellos acomodaban el escenario. Justo detrás de las cabañas, sobre un campo de futbol, acomodaron un semirrectángulo a un nutrido grupo de la tropa, que sentados en las sillas permanecían muy quietecitos. El sol empezaba a caerles sobre el rostro. A la mitad de la lectura pedimos que los acercaran a la sombra, lo cual agradecieron con sonrisas. Creíamos que la rigidez del cuartel y la poca oportunidad de entrar en contacto con el arte íbamos a encontrar a entes de piedra. Sorpresa: el trabajo poético los conmovió y algunos pidieron libros a los poetas que llevaban ejemplares y aplaudieron, al principio por disciplina y luego evidentemente por gusto lo que les llevamos de nuestro trabajo.
Al final del encuentro era notable el éxito de este evento que no quedó como una mera reunión de cuates como suele suceder en muchos de estos encuentros. Y tuvo la gracia de permitirnos descubrir a talentos literarios que empiezan a emerger en este nuestro México tan golpeado en sus expresiones artísticas. El alma de México está entrenada a soportar las más duras pruebas y sobrevivir a los más fieros embates.
El encuentro se dio en medio de una situación muy delicada y emotiva: la lucha de un poeta, Javier Sicilia, quien encabeza uno de los vigorosos movimientos en pos de la paz de un país que se desangra. Pareciera que la poesía no sirve para nada, pero es en la poesía donde la voz, la profunda voz del ser humano se levanta en busca de mejores horizontes. Larga vida a la poesía.

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