En franco aprovechamiento durante su estancia en la ciudad de León, con motivo de la presentación de un libro de Armando Gómez Villalpando (Varia poesía, Ediciones La Rana, 2011), Lazlo Moussong (1936) nos permitió esta entrevista al día siguiente en torno a algo que ha ejercido con estricto rigor y seriedad desde hace más de veinticinco años: el humor. En la escritura de Lazlo podemos observar un impulso hacia el humor, la ironía, la parodia y, en ocasiones, como bien lo señala Lauro Zavala sobre este escritor inclasificable, cuando el personaje público lo amerita, la sátira.
¿Cómo ha sido tu historia lectora en torno al humor literario?
Desde la época preparatoriana tuve la feliz suerte, el feliz destino de pertenecer a una generación de compañeros que fue muy brillante, donde, por ejemplo, venían muchachos de la secundaria como Raymundo Ramos Gómez, Uwe Frisch (1934-1980), premio Villaurrutia años después. Este último además venía no sólo también con poemas, sino hasta con una partitura escrita: todo un proyecto de una ópera. Gente muy luchadora, con lecturas sobre marxismo, filosofía y demás. Una gran generación que desgraciadamente y en gran parte se arruinó porque la mayoría se dedicaron a la política, y a ser políticos priístas. Pero permanecieron varios que fueron muy brillantes.
Entonces yo salía de una escuela particular, el liceo Franco Mexicano que entonces no tenía la calidad de ahora. Donde hasta estaba prohibido leer libros que no fueran los de la escuela. Yo me maravillé, en aquel entonces, de ese universo que fue cuando empecé a leer, y entre mis lecturas favoritas fueron muchos los escritores entre europeos y rusos, donde hay muchos escritores de humor. Ése fue mi primer encuentro con el humor de calidad literaria, y que despertó en mí mucho de esa acción a favor de la literatura humorística.
El sarcasmo, la ironía y la sátira son formas del humor en la literatura porque retratan las fallas humanas, pero pareciera que en la actualidad es políticamente incorrecta esta manera de ver nuestros propios errores y reírnos de ellos. ¿Cómo ves tú, en la literatura mexicana, este momento, esta relación entre el humor y la realidad?
En general, en México, ha habido pocos escritores de humor, a pesar de que tenemos este gran clásico que es Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), de que tenemos los antecedentes de la sátira política periodística en contra del porfirismo, y toda la serie de antecedentes históricos de humor. Pero, en general, la literatura mexicana se fue mucho por la crítica social. No es malo, pero me refiero en relación a lo escaso del humor. Y creo que los escritores de humor mexicano nos hemos ido formando, en ese sentido, solos, guiados más que nada por nuestra propia tendencia crítica. El humor que tiene un valor permanente es el humor crítico, que viene a ser el humor satírico: el humor que critica las debilidades humanas, que crítica las falsedades, la mentira, los abusos, la hipocresía, etc. El humor que tiende a hacernos también ver a nosotros mismos los resultados de nuestros propios defectos para empezar a ser capaces de reírnos de nosotros mismos. Alguien que no sabe reírse de sí mismo, pues es alguien que difícilmente tendrá un buen sentido de humor, sobre todo para manifestarlo, para expresarlo, para escribirlo. Puede ser alguien que entienda los chistes pero no el sentido humorístico de los mismos. En México ha habido este problema siempre. En el ámbito de la política internacional se ha notado que cuando en algún país hacen una critica de México, todo el mundo aquí se unifica en contra de esa ofensa a México. Esa solemnidad falsamente patriótica es algo que bloquea la capacidad de reírse de sí mismos. Los pueblos que tienen el mejor sentido del humor son los pueblos que saben reírse de sí mismos. Por ejemplo: el pueblo judío. La gran mayoría de los chistes de los judíos que existen: de los judíos miserables, de mala fe, son hechos por los propios judíos, no por los racistas o por los enemigos de ellos. Hay pueblos como la ciudad de Gábrovo, en Bulgaria, que es una maravilla. Es un pueblo industrioso como Monterrey, que tiene como los regiomontanos fama de ser muy codos, y que es la capital mundial del humor. Tienen un gran museo del humor, cada año hacen un desfile del humor, y tienen cantidad de chistes sobre lo miserables que son, y además no es cierto, son gente por demás generosa y hospitalaria. Pero ellos mismos hacen sus chistes.
En general, en México, ha habido pocos escritores de humor, a pesar de que tenemos este gran clásico que es Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), de que tenemos los antecedentes de la sátira política periodística en contra del porfirismo, y toda la serie de antecedentes históricos de humor. Pero, en general, la literatura mexicana se fue mucho por la crítica social. No es malo, pero me refiero en relación a lo escaso del humor. Y creo que los escritores de humor mexicano nos hemos ido formando, en ese sentido, solos, guiados más que nada por nuestra propia tendencia crítica. El humor que tiene un valor permanente es el humor crítico, que viene a ser el humor satírico: el humor que critica las debilidades humanas, que crítica las falsedades, la mentira, los abusos, la hipocresía, etc. El humor que tiende a hacernos también ver a nosotros mismos los resultados de nuestros propios defectos para empezar a ser capaces de reírnos de nosotros mismos. Alguien que no sabe reírse de sí mismo, pues es alguien que difícilmente tendrá un buen sentido de humor, sobre todo para manifestarlo, para expresarlo, para escribirlo. Puede ser alguien que entienda los chistes pero no el sentido humorístico de los mismos. En México ha habido este problema siempre. En el ámbito de la política internacional se ha notado que cuando en algún país hacen una critica de México, todo el mundo aquí se unifica en contra de esa ofensa a México. Esa solemnidad falsamente patriótica es algo que bloquea la capacidad de reírse de sí mismos. Los pueblos que tienen el mejor sentido del humor son los pueblos que saben reírse de sí mismos. Por ejemplo: el pueblo judío. La gran mayoría de los chistes de los judíos que existen: de los judíos miserables, de mala fe, son hechos por los propios judíos, no por los racistas o por los enemigos de ellos. Hay pueblos como la ciudad de Gábrovo, en Bulgaria, que es una maravilla. Es un pueblo industrioso como Monterrey, que tiene como los regiomontanos fama de ser muy codos, y que es la capital mundial del humor. Tienen un gran museo del humor, cada año hacen un desfile del humor, y tienen cantidad de chistes sobre lo miserables que son, y además no es cierto, son gente por demás generosa y hospitalaria. Pero ellos mismos hacen sus chistes.
¿El humor sirve en la vida cotidiana a las personas?
Sirve en muchos sentidos. Para empezar, el más conocido es el terapéutico. Tener buen humor es contribuir a la salud. Vemos todas esas nuevas iniciativas maravillosas de gente que va a los hospitales para hacer reír a los enfermos, y en particular a los niños. Esto los ayuda en su recuperación. Pero el humor, ya en otro sentido, y en especial el humor satírico, posee una profunda influencia social. El humor satírico escrito y el gráfico, como el de los caricaturistas que tenemos en gran número en México, es muy importante para el cambio de conciencia, para lo que yo decía: romper los esquemas cómodos de pensamiento, y hacer ver a la gente la parte crítica de lo que el poder no nos permite ver. Porque el poder miente y engaña.
En cuanto a tu quehacer literario, muchos lo han señalado como dentro de un género inclasificable. ¿Qué clasificación le otorgarías a tu escritura?
Por más que lo he intentado, no he podido clasificarlo. Un investigador de literatura hispanoamericana de la universidad de la Soborna, en París, escribió un largo ensayo sobre mi libro Castillos en la letra (U.V., 1986), y él señala que estuvo tratando de ubicar cómo clasificar mis textos y no tuvo más remedio de llegar a la simple conclusión de clasificarlos como textos breves, porque nunca encontró la forma de ubicarlos. Es una forma que tengo, totalmente libre, totalmente abierta, a lo que mi propio sentido crítico de la realidad y la mordacidad con que la veo lo realizo en la literatura o en el periodismo.
¿De dónde se nutre más Lazlo, de las tonterías relacionadas con la cultura política o de la cultura literaria?
Por una parte, de la mentira y la manipulación de los políticos. De aquí o de cualquier parte del mundo, y por otra parte de las falsedades con que queremos vivir los seres humanos, de la flojera para pensar por sí mismos, es decir, de una visión crítica también del ser humano, empezando por mí mismo. Es para mí hacer humor una tarea terapéutica de mejoramiento de mí mismo, la autocrítica.
¿Quiénes otros escritores son adictos a esta “amargura” del humor?
Bueno, uno de los mejores y más fecundos escritores de humor en la literatura mexicana es Óscar de la Borbolla.
¿Eusebio Ruvalcaba?
Sí, pero hay limitaciones en cuanto a la calidad de su sentido del humor. Desde su realización humorística ya escrita.
¿Estamos hablando de que el humorista es una “especie” en extinción?
No. Podríamos decir que es una raza escasa, pero no “especie” en extinción. Entre más ceguera de las conciencias hay, más materia de humor satírico se produce.
Desde esta perspectiva tuya, ¿la literatura mexicana aún sabe reírse de sí misma?
Con relación al Bicentenario, sí se dio en la literatura mucho oportunismo. Era el momento para escribir novelas escandalosas sobre los héroes de la historia de México, para desmitificar pero en función de vender. Y en materia de la literatura de narcos, también se deriva de una tremenda realidad que está viviendo México, y de esa preocupación que todos tenemos de a dónde va llegar este país. Se han escrito muchos libros, unos muy buenos, otros sólo para estar presentes y vender. En todo género de literatura aparece siempre el oportunismo. Pero, curiosamente, ahorita que mencionas esto, me llama la atención que nadie, ni siquiera yo, nos ocupamos con motivo del Bicentenario, a tratar el aspecto de los héroes con un sentido satírico verdaderamente.
Ya para cerrar, Lazlo, para ti el humor es algo serio...
Sí, es lo más serio que yo hago.
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