domingo, 24 de octubre de 2010

CRÓNICA DE LAS DESVENTURAS DEL PATITO FEO: CAZA DE LETRAS (PARTE 1)

No es buen jinete
quien no se ha caído del caballo.

Dicho Popular

EL PATITO REFEO
El patito feo era tan feo, pero tan feo,
que todos los pollos querían tomarse una foto con él.


El Patito feo que está citado como epígrafe es uno de los cuentos breves —que escribí dentro del concurso Virtuality literario Caza de Letras 2010—, fue el causante, entre otros, que me llovieran críticas a granel. Un amigo me dijo: si tú fuiste el patito feo de este certamen, entonces se cumplió tu cuento. Todos querían retratarse contigo. Lo decía porque fue abundante la cantidad de comentarios que me enviaron: querían tomarse la foto conmigo criticándome.

En este momento el certamen continúa, yo ya estoy fuera. Pero creo que después de todo fue una experiencia interesante y me complace enormemente compartir con todos ustedes que visitan este blog mi recién caída del caballo. Va pues la crónica de este pato.

ANTECEDENTES
El 5 de octubre se abrió por cuarta ocasión este peculiar certamen literario convocado por la Dirección de Literatura de la UNAM. La primera vez que oí algo sobre este concurso fue a través del noticiero de Televisa (cosa rara). Fue cuando se abrió el primer certamen. Decían en ese entonces que era como un reality show pero literario el cual consistía, como los de la televisión, ver como 12 escritores daban cuerpo en vivo a una obra literaria. Los lectores tenían la oportunidad de participar con sus opiniones criticando o animando a alguno de los competidores. Me pareció interesante, pero nunca entré a husmear la contienda. Y pasó el segundo y el tercero sin que me enterara. No así la cuarta ocasión, que me recibí la información de las inscripciones a través de un boletín por mail que se llama: “Cómo leer en bicicleta”.

En esta cuarta ocasión el certamen versaba sobre el cuento brevísimo. Esta noticia me venía al dedo porque prácticamente me inicié en la literatura con este género cuando la revista El cuento, fundada por el maestro Edmundo Valadez me publicó un cuentito que yo había mandado con el objetivo de recibir un comentario analítico sobre mi trabajo y con ello saber qué me hacía falta para. El objetivo no se cumplió: en el número 134 sólo me informaban que “con breve poda que lo amaciza su Creyente entra a concurso”. La revista lanzaba cada número un concurso de cuento brevísimo y, con sorpresa, vi que mi cuento apareció publicado. Caray, esperaba mucho menos. Pero la sorpresa allí no terminó. Al siguiente número me informaban: “Jeremías Ramírez Vasillas se lleva el premio, a su disposición en nuestras oficinas, por su cuento breve El creyente”. Esto era algo inusitado: yo había ganado con un cuentito escrito de manera de tentativa. Animado por este temprano éxito, empecé mi peregrinar por los escasos talleres buenos que nos llegan a Guanajuato. Fui afortunado de entrara dos talleres importantes de narrativa: el Guillermo Samperio que por tres años impartió en Celaya y el de Alberto Chimal en el Centro de la Artes de Guanajuato. Tardaría algunos años para que yo ganara otro reconocimiento. El maestro Chimal, en su página de internet Las historias, convoca mensualmente a un concurso. Gané en el certamen de junio de 2010. Algunos quienes me conocen saben que el primer libro que publiqué (una plaqueta de apenas 30 hojas bastante informal) fue sobre cuento brevísimo. Y el segundo, bajo la sugerencia de Guillermo Samperio, fue una antología de cuento brevísimo que publicó en el 2002 la Casa del Diezmo de Celaya.

Inconforme con la calidad de la primera edición, estuve buscando un editor. Quería que el libro incluyera los cuentos breves ya publicados, con los que se habían ido agregando en el camino. Incluí en el libro una sección de aforismos que escribí tras la estimulante lectura de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. En suma: era un libro de literatura breve que llevé a dos editoriales y en ambas no hubo respuesta. Y cuando estaba gestionando una cita con la Dirección de Editorial de la Universidad de Guanajuato leí sobre las inscripciones en Caza de Letras. Pedían para la inscripción un libro inédito con 50 minificciones. Como acotaban la extensión de los cuentos a 2500 caracteres con espacios, algunos de mis cuentos los tuve que sacar del libro y completar los faltantes con algunos aforismos. El resto de los aforismos los saqué también.

Para sorpresa mía me informaron que había sido seleccionado. La alegría se mezcló con el terror: “Dios mío, es internacional y voy a estar expuesto al escrutinio de público y de los jueces. Dentro de mí, el reyecillo de la autocomplacencia tembló. Había el riesgo de recibir unos buenos golpes.

Nos pidieron dos cartas compromiso en los que certificáramos que el libro no había sido publicado en su totalidad (los cuentos individualmente o en grupos sí podrían haber sido publicados), que no estaba en certamen alguno y que no estaba en proceso de edición, además de mandar los documentos que certificaran nuestra identidad y un breve currículo literario y referencias de textos publicados o premios. Adicionalmente nos pidieron hacer un exlibris, es decir, un emblema que nos identificara y nos convocaron a estar listos al arranque del certamen.

CONTINUARA…

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